
Estamos acostumbrados, ahora más que nunca, porque las mentiras manipuladoras de los políticos polarizados son más numerosas y de mayor calibre, a escuchar ridículas racionalizaciones políticas, para no aceptar una derrota o para menoscabar o inflar una victoria.
No es que antes, el siglo pasado, eso no se hacía; siempre se ha hecho, pero en el pasado había un poco de más vergüenza por parte de todos, gobiernos y opositores, situación que se extendió hasta los primeros años de este siglo, con Chávez, y que se perdió en la última década.
Hoy, la desvergüenza campea, sin que las caras se sonrojen al decir cualquier disparate. El pueblo llano, sin embargo, se da cuenta de las cosas, y aunque es influenciado por las perversas direcciones políticas existentes, sabe lo que ocurrió, qué ocurrió y qué significa lo ocurrido para su futuro. Sabe que la cosa como que va para peor.
“Maduro hoy, después de la gran abstención del 25 de mayo, está contra las cuerdas”, nos dice una dirigente opositora (no “dirigenta”, que es un exabrupto ignorante), quien curiosamente huye y se esconde en la clandestinidad del peligro que significa ese pobre ser acorralado. Al mismo tiempo, quien se dice electo, afirma que “hará que Maduro entregue el poder con la participación de todos los venezolanos”, quienes no lo ven con su misma claridad.
Pero continúa diciendo que “va a llegar el momento en que el desenlace positivo se producirá, y ese momento está muy cerca”, lo que es una afirmación falsa, que se viene repitiendo desde hace años, que él y todo el mundo la sabe falsa, y que lejos de crear esperanzas y entusiasmo, genera desconcierto e irritación.
Del lado gubernamental, el comportamiento no es nada diferente. Mentiras, medias verdades, manipulación, demagogia, burla y cinismo, son las respuestas a la grave crisis que nos afecta. “Por favor Chevron, no te vayas, pero si lo haces no mermará la producción petrolera y cuidado si aumenta”. ¿Para qué necesitan a Chevron, entonces?
Celebran una victoria electoral pírrica, que otros gobiernos estarían analizando con alarma, pues la abstención fue de casi 80 por ciento del REP, calculada con las cifras del CNE.
¡Ah! Pero inventan el cuento del elector activo y la abstención cae por arte de magia, cosa que nada más creen sus fanáticos obtusos, pero que no altera la realidad de la enorme abstención, que todo el mundo conoce. ¡Epa! No he visto hasta ahora los resultados publicados, solo tenemos la palabra de quienes no se caracterizan precisamente de ser personas de palabra.
Electoralmente, puede haber ocurrido cualquier cosa, pero políticamente hubo un resultado concreto, real, existente e innegable: el Gobierno ganó y no tuvo que hacer trampas para ganar, simplemente sus opositores no fueron a votar.
El proceso fue tranquilo y sin sobresaltos. Si acaso hizo algo no convencional, según dicen, fue darle a la oposición que participó una representación algo mayor que la que tuvo, más cercana a la que hubiera tenido si el sistema electoral no fuera de carácter mayoritario, lo cual, además de injusto es inconstitucional.
El Gobierno de Maduro, el que está contra las cuerdas y próximo a rendirse, obtuvo 22 de las 23 gobernaciones reales de los estados, la mayoría en todos los consejos legislativos del país y, además, todos los diputados menos 28 de la Asamblea Nacional. A los efectos de la política concreta, no importa cómo los tuvo, lo que importa es que los tiene.
Los grupos opositores que participaron en las elecciones fueron derrotados electoralmente y tienen una representación muy reducida, más que lo debido, pues el sistema mayoritario electoral reduce lo que les corresponde.
En lugar de ponernos a sacar cuentas con ese sistema infame e inconstitucional usado por el CNE, que le da todo al que gana y nada al que pierde, y estar persiguiendo a las víctimas opositoras de ese sistema, y denunciándolas de contubernio con el Gobierno, como hacen algunos por ahí, deberían estar luchando por un sistema electoral realmente adaptado a lo que ordena la Constitución.
Sin duda, varios partidos y líderes tuvieron una participación gallarda, entusiasta, honesta y sincera, pero no obtuvieron los votos requeridos para tener un mayor número de diputados. No pudieron convencer a la gente de que votara, ni de que lo hicieran por ellos, pese a las simpatías que evidentemente despertaron en los votantes.
La abstención se ha venido incorporando en nuestra democracia desde la segunda elección de Carlos Andrés Pérez, cuando fue 38 por ciento superior a la habida en la elección de Jaime Lusinchi. Hoy, con el crecimiento permanente tenido en este siglo, ya es un fenómeno estructural, lo que significa que una porción de la misma no se va a reducir hágase lo que se haga.
Puede haber discusiones sobre el significado de la abstención en un momento dado, pero sin duda, en las elecciones de mayo pasado, el mayor derrotado fue el pueblo de Venezuela, ese mismo que se abstuvo, pues es quien sufre los efectos de la desidia, la ignorancia, la irresponsabilidad, la maldad, la burla y el cinismo, de quienes gobiernan y de quienes le hacen supuestamente una oposición feroz, pero que terminan siendo sus cómplices. Por eso, ambos celebran los resultados electorales por igual, por eso ambos lucen contentos y se preparan para la próxima gesta revolucionaria de derrota popular: las elecciones de alcaldes y concejos municipales.
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