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jueves, mayo 15, 2025
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Humberto Peinado…..El huerto en casa, una experiencia  única

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Hubo una vez, cuando en los balcones pendían cuál hermosas enredaderas suculentas y coloridas hortalizas adornando con sus relucientes colores la estancia, acompañadas con plantas aromáticas y plantas medicinales,  era la época de la Segunda Guerra Mundial y el país ocupado, la Francia, la de los bellos jardines principescos  de Versalles,  la bota nazi había desplazado la fragancia y el perfume de las rosas, los claveles y las camelias,  por el delicioso aroma de las tomateras, las lechugas, el cilantro y la hierbabuena.

Los  difíciles tiempos habían confinado a sus pobladores obligándolos a producir alimentos bajo encierro para sobrevivir, la metralla y el peligro asolaban los suelos de cultivo,  y  a falta de ellos, los balcones fueron la solución.

Hoy, en  la guerra que se libra  para subsistir, volvemos a plantarlas donde quiera haya lugar, la  situación las  ha traído de vuelta a los hogares donde reaparecen ocupando espacios antes vedados para ellas.

Ahora, han pasado a ocupar nuevamente parte del  jardín  que antaño  compartían, están presentes en todo tipo de maceteros, grandes, medianos, de arcilla o de plástico, colgadas en las paredes, también en la cocina, en el alféizar de las ventanas adornándolas  y  aromatizando  los espacios y siempre a la mano para su pronto uso.

 Se  han esparcido por todas partes, y aún después de secas su aroma y sus fragancias siguen presente como en el caso de las aromáticas que dejan su peculiar perfume por doquier. 

Las experiencias cuentan, y hoy sumidos en una pobreza galopante, con una extrema escasez de alimentos, buena parte de los jardines se erigen como una tabla de salvación al ser ocupados también por hortalizas,  constituyéndose en el huerto casero pleno  de aromas y  sabores semejando un mosaico de vistosos colores, como el rojo del tomate, el verde, rojo  y amarillo del pimentón y el verdor del cilantro, la ruda  y  la hierbabuena, las cuales compiten en  igualdad de condiciones con las exóticas fragancias de los rosales. 

Han comenzado una aventura, la de los que cultivan los huertos agrícolas, que llegan de modo sosegado y tranquilo sin mucho ruido, y  todos las plantan.

En los hogares todos se vuelven hortelanos, van aprendiendo con la práctica, ya distinguen las semillas por su forma y su tamaño, por sus sabores y sus  fragancias, ellos se convierten en su brújula. Los niños y  los jóvenes ya  las plantan,  ya las  riegan,  las ven brotar, las ven germinar, siguen paso a paso su desarrollo y se emocionan al  cosechar sus frutos, han logrado lo que se propusieron, bajar el costo de la cesta familiar ayudando de esta forma simpática a sus padres a aliviar el peso de la carga del hogar. 

En bellas cestas confeccionadas por las diestras y maravillosas manos de los cesteros de la Guama señorial, recogen los frutos de su ingenio y esfuerzo mancomunado, y se sorprenden al ver cómo las flores se transforman en frutos, los cuales llevan  a  los estacionamientos o a los lugares de encuentro en los barrios y urbanizaciones y los donan o intercambian por otros también producidos por sus similares en la vecindad.

Los reparten, las cambian por semillas o insumos, de esta forma, estos jóvenes compiten por el fruto más grande, por las legumbres más frondosas y suculentas, y así la experiencia continúa repitiéndose en distintos  escenarios cada vez que se cosechan. Las huertas y jardines lucen esplendorosos destacándose y haciéndose cada vez más notorio por el colorido, la vistosidad, el aroma y la fragancia de tan singulares y útiles especies hortícolas.

Dejemos que continúe creciendo la  audiencia y el interés que se expandan los sabores, los aromas y los frutos. ¡Demoles la bienvenida a esta otra gran aventura!

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