En aquellos días fuimos rechazados por no aceptar la oferta que Dios hacía por medio de los profetas. Desde la creación, venimos de destrucción en destrucción. En estos nuevos tiempos, Jesús anunció la destrucción de Jerusalén en el 70 d.c.
Muy a pesar de estos misterios por el que se nos destruye, el Creador siempre nos está dando la oportunidad (de generación en generación) de terminar de aceptar la invitación de seguirle hasta que, finalmente, alcancemos la salvación o la vida eterna. Nos está dando la oportunidad de no estar solos resistiendo ante tantas desviaciones.
Entender que atender la invitación no es cosa tan fácil, es cuestión de nosotros mismos, por lo que, en cada segundo que transcurre nuestra vida, también hay instantes en el que se nos hace ver la invitación. Es cuestión de captarla, aceptarla y manos a la obra. Aprovechémosla. Sí, son muchos los instantes en que somos invitados, pero, aceptemos ser escogidos. Así seremos sentados, como invitados, en el banquete donde se consumirán todas las cosas.
Siempre se nos ha dicho que demos gracias porque Dios devuelve el alma a nuestro cuerpo en cada despertar; que Dios restituye las almas a los cuerpos muertos, que Dios nos dota de sabiduría para distinguir lo blanco y lo negro, que somos ciegos y que Dios abre nuestros ojos para que podamos ver, que estamos presos y él nos libera, que nos levanta cuando caemos, que cubre nuestra desnudez, que da fuerza al cansado, que extiende la tierra sobre las aguas. Él guía los pasos del hombre y satisface todas nuestras necesidades; él infunde fuerzas y nos corona de gloria, quita el sueño de nuestros ojos y el adormecimiento de nuestros párpados.
Al reconocer que estamos imbuidos en una de esas cualidades, comienza a vislumbrarse la dicha y pedimos perdón a los profetas del Antiguo Testamento y a sus ministros en el Nuevo por no haber comprendido, no haber entendido la gracia que teníamos por delante, ante tales invitaciones. Entonces, ya no seremos más culpados por haber rechazado las invitaciones.
Vendrá la misericordia del Creador y viviremos como dice San Mateo (5.6) “Dios, oramos para que nuestras vidas estén marcadas por este tipo de hambre y este tipo de sed. Que anhelemos la justicia, como anhelamos la comida cuando tenemos hambre y anhelemos la justicia como anhelamos el agua cuando tenemos sed”.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (5.7). Son palabras de Jesús que nos revelan que vivir una vida caracterizada por la misericordia atrae las bendiciones de Dios y más misericordia, creando un ciclo de gracia y favor en nuestras vidas.
Es que hemos sido elegidos para estar sin mancha delante del Creador, arrepentidos y llenos de fe. Estaríamos, entonces, en presencia de la salvación eterna. No más destrucción. Gloria al Eterno. Amén.