Luis Martínez
*Del abanico de las cosas inútiles que puede hacer el Gobierno, no creo que algo supere la declaración de las motopiruetas como deporte nacional. Es mucho decir que un deporte requiere de un conjunto mínimo de reglamentaciones para serlo, por ello, diversas prácticas deportivas se les denomina actividades o hobbies por no cumplir con el fundamental precepto. Pero seguimos en la tormenta de hacer cosas que nadie está pidiendo.
La proliferación peligrosa de motos en los principales centros urbanos, más que la declaratoria de una ociosidad de tal envergadura, requiere de políticas educativas y de control mucho más rigurosas para frenar el incremento indetenible de los accidentes por imprudencia e impericia. La multiplicación de las motos responde a otras razones, no a intereses deportivos. Otro desacierto para la lista…
*La incomprensible campaña electoral de la oposición, cada día parece más una teoría del absurdo que un proceso de captación de preferencias electorales, y cuidado si se alerta de los errores, porque la respuesta de los ultra fanáticos tiene más semejanza con el ur-facismo, que definió Umberto Eco como nueva forma del totalitarismo como oferta, que con un supuesto grupo que quiere libertad y reconciliación para el país. Es que internamente ni se cree: actos en Nueva Esparta, Zulia o Barinas, sin la presencia de sus respectivos gobernadores, dice demasiado de las fauces personalistas.
¿La reconciliación que proponen es al estilo fundamentalista religioso, donde pensar u opinar diferente, merece ser castigado y la persona escudriñada en público para exponerla como enemigo? Muy bien lo dijo Nietzsche, “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”. El extremismo no es una buena postura para un país que apuesta por la reconciliación natural. ¿O es que se trata de cambiar un abismo por otro?
*Cuando se habla de los grandes adelantos de la banca venezolana, como especialista en el área de sistemas de tecnología, no se me ocurre qué pensar. Tenemos una mala costumbre de exaltar hasta lo más elemental. Por favor, vivimos en un país donde es obligatoria la tarjeta bancaria física, hay que dar los datos personales y hasta la clave a viva voz, y como si esto fuera poco, unos puntos de venta que requieren de manipulaciones y trucos para funcionar.
Hay que ir al banco hasta para lo mínimo. Anuncian las cuentas electrónicas y el contactless, -como si fuese la cúspide interbancaria, sin embargo, en la realidad, estamos muy lejos de eso-.
La tecnología NFC (contactless) permite operaciones más rápidas al no requerir ni datos ni uso de claves, sino el acercar la tarjeta al punto. También los sistemas “phone pay” ofrecen incontables beneficios en cuanto a seguridad, velocidad y veracidad de las operaciones bancarias. Por supuesto, que deseo una banca más avanzada para el país, pero no es en consignas sino en hechos, y mientras exista una penosa cola frente a un banco, no estamos encaminados a eso.
*Los dirigentes de la oposición nunca han sabido qué hacer durante estos veinticinco años. Lo que dicen saber, no concuerda con efectos ni resultados exitosos. Votar, no votar, sí participar, no participar, destacar la confrontación, ir al diálogo, extremar sanciones, aliviar sanciones.
La ironía de esa ignorancia radica en que siempre se las han arreglado para contar con un séquito de mentecatos que apoyen ciegamente sus irracionalidades, como la abstención, como la participación, como que lo mejor es el consenso, como que lo mejor es una primaria, pero nadie puede hablar en contra, so pena de blasfemia.
Una campaña personalizada por otra política que ni tiene partido, mientras el candidato evita hacer campaña y hablar de posturas y soluciones ante problemas concretos. Y para algunos, se la están comiendo, sí, hasta que se estrellen contra el muro de la realidad.
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