
Si hay un ser que traspasa los linderos de la ternura y el amor desinteresado, esa es la mujer convertida en madre, que desde lo más profundo de sus entrañas mantiene en su ser a otro ser haciendo de la maternidad lo más perfecto de la naturaleza.
La madre es el símbolo de la intacta fe, de la esperanza sin sombras. Ser seráfico de dos dimensiones: la humana y la sobrenatural. La mujer coincide objetivamente con el ser del amor. Esta conciencia compartida, esta ampliación del propio ser en otro propio ser, es la obra maestra de la naturaleza.
El instinto materno es el fundamento de toda la ética, es tan indestructible como la misma sexualidad. La mujer es la única forma visible y carnal del Eros, y su cuerpo femenino lastrará el velo del alma. Es ella la gran sacerdotisa del amor, del nacer y del morir.
El amor materno es la única justificación que el hombre puede dar de su paso por el mundo y también su única redención. El amor es liberación y originalidad, no como lo pregona esta sociedad moderna que trata a la mujer como un “simple oscuro objeto del deseo”, y ha tratado al amor con un magro pesimismo rompiendo con el idealismo romántico y lo ha saturado hasta el cansancio con una publicidad que raya en los antivalores y ha propagado la idea del que el amor y la sexualidad son proyectos sin esperanza.
Y es evidente que incluso el deseo más inmediato de la mujer se subordina al signo de la maternidad suprema que no se detiene en la procreación de un hijo, sino que la precede y la supera. Toda la naturaleza coincide con la mujer. Porque el amor materno se ha encarnado en ella para que nazca un nuevo ser.
En este montuno sólido y bien acompasado en ritmo de tumbao interpretado por Alexis Murillo con la Orquesta Los Nemus del Pacífico, de la región del Chocó de Colombia, nos describe un canto radicalmente salsoso y ascencional donde el amor por la madre es su única redención:
Quiere y cuida a tu madre
Cuida a tu madre
ay cuídala
Aquel que no quiere a su madre
no tiene perdón de Dios
ni en el infierno lo aceptarán
porque hasta Satanás quiere a su madre
El que tenga madre que la quiera
El que tenga madre que la cuide
Cuando venimos al mundo
Nos esperan unos brazos
Son los brazos de la madre
Madre es una sola
Nos da cariño
Nos da su amor
Nos da de todo
Da su vida por nosotros
No entiendo cómo hay personas
Que tratan mal a la madre
Pero tienen un problema
Que ni en el infierno lo aceptarán
porque hasta Satanás quiere a su madre
(Montuno)
Cuida a tu madre, ay cuídala
La música de Los Nemus del Pacífico, agrupación de la Costa Atlántica colombiana que irrumpe en los escenarios musicales en 1989 con una recopilación de sus veinte discos, en el que se conserva la genuina raíz del Pacífico de la región del Chocó, y conceptualmente responde a la mejor tradición colombiana expresada en forma de salsa a través del son montuno.
Estos veinte discos, que suponen una música previa a toda la onda salsosa, han resultado particularmente influyentes para la salsa misma: el nuevo melómano, desconocedor de la vieja frescura y espontaneidad, se topa con un documento extraño, la música no es tan sofisticada como la salsa, pero es tanto o más sabrosa que aquella, las letras no son agresivas, aunque un poco melosas, pero con gran carga de sentimientos e inteligencia (y la inteligencia, en las letras de la salsa actual escasea mucho).
Se toca la raíz típica de la región del Chocó donde los integrantes de esta orquesta son oriundos, mezclado con el son montuno. No se habla de Nueva York y los complejos que ella implica, sino del Caribe y los orgullos que él supone, no se sienten poses y arrogancias, sino mera honestidad y consecuencia popular, y todos estos elementos recién descubierto por el melómano joven, habrían de modificar muchas cosas en el posterior desarrollo en la salsa contemporánea.
Esta mezcla de tendencias – el viejo sabor con una nueva perspectiva, el viejo estilo en una onda contemporánea – habrían de convertir esta agrupación en una auténtica vanguardia sólida y colectiva para toda esa salsa que permanecería triunfante más allá de la decadencia.
No obstante, hoy encontramos orquestas de salsa haciendo unas tragedias musicales en ritmo, melodías y composición. Desplazaron la tensión sónica, el poder rítmico y la fuerza de los arreglos para dedicarse a componer unas letras mediocres de poco contenido lírico y poético.
Se perdió la esencia del montuno grueso, la rabia de los trombones que tanto prestigio y reconocimiento le dieron al movimiento salsoso. Tal vez, porque ellos tiene su tumbao y yo tengo mi saoco con mi madre, con globos de papel y guitarras campesinas.
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