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viernes, mayo 16, 2025
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Notas desde Farriar: Si yo fuera Héctor Lavoe

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Si yo fuera Héctor Lavoe, volvería a cantar con mi panita burda Willie Colón y con Felipe Pirela el autobiográfico bolero-son “Pasé la noche fumando” de Catalino Curet Alonso, quien con un lenguaje polisémico, bien estructurado y pletórico de autenticidad, anegó la noche en una copa de vino.

Y con más fuerza me pondría a sonear en la guaracha con mi estilo característico agresivo, irreverente y forzaría las modulaciones, para que mi canto sea una simple prolongación del habla clandestina de los barrios y trasladaría a la salsa formas y armonías con anticipación, y así mi soneo retumbaría en los sótanos del cielo.  

Si yo fuera Héctor Lavoe, escribiría y cantaría la canción más hermosa del mundo y me convertiría en un virtuoso pianista, me levantaría súbitamente, dejaría de tocar durante varios compases y ejecutaría una especie de danza ritual junto al piano.

Y en ese momento no tocaría y me fajaría con el dominio del silencio. Yo sacaría fuerza del silencio, del gran vacío que es el único capaz de engendrar un cosmos. Melodía, armonía y ese mago que llamamos ritmo surgen todos de arbitrarias divisiones del silencio, del espacio sin nombre.

Pitágoras se atrevió a asomarse al vacío y extrajo divisiones y subdivisiones, y todos les siguieron sin saber que el maestro había ocultado su mejor carta; solo unos pocos intuyeron que de nada valía la división sin la visión, la visión del que voluntariamente se clava en los ojos un dardo de fuego. Yo dejaría un gran espacio por el que nadaría libremente como un tiburón, rodeado de miradas de otros pececitos sonoros, y dejaría que navegaran a mi sombra.

Si yo fuera Héctor Lavoe, me convertiría en un creador de atmósfera; y rompería con la continuidad del tiempo, que es vehículo de toda música, y crearía un universo de sonidos puros. Me burlaría de nuevo de la muerte del modo más ejemplar, ya que todo hombre o toda mujer, en determinado momento de su existencia, se enfrenta a la sombra del fracaso.

Caer y volverse a levantar parece ser la actitud de los espíritus más allá de la poesía y el suicidio. Convertir el fracaso en éxito, es la postura de quien se sabe moldeado en la constancia, no obstante, no deja de ser una subrayada lección de darle profundidad estética y honorabilidad al fracaso. Además, todas las causas perdidas tienen en el fondo algo de irreverencia poética y musical.

Si yo fuera Héctor Lavoe, trascendería más allá del infinito con los recuerdos convertidos en ausencia, y con mi carisma en tarima y mi don de gente, le entregaría a mi fanaticada la trascendencia de la salsa como arte, y en todos los barrios me convertiría en un mártir de la rumba y de la calle.

Por eso, los dos volúmenes de “Asalto Navideño”, que son de vital importancia para la solidificación de la salsa como género, y con la canción como Juana Peña ahora me llora, enarbolaría la bandera de la salsa

Si yo fuera Héctor Lavoe, montaría un concierto en Farriar titulado: ”Todo el cielo para Ismael Rivera”, e invitaría a Cheo Feliciano y a Carlos “Tabaco” Quintana, y con  Marvin Santiago me perdería en todas las tabernas del municipio José Joaquín Veroes, bebiendo unas cervezas más allá del infinito. 

Leer también: El Nazareno me dijo

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