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sábado, junio 21, 2025
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Humberto Peinado… Aprender de los errores

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Andan siempre merodeando a nuestro alrededor, se presentan intempestivamente sin ser invitados y nos invaden, siendo tan frecuentes que ya no causan extrañeza, apareciendo en ocasiones de manera casi imperceptible, otros, llegan en oleadas causándonos desconcierto, asombro, desasosiego y las más de las veces, vergüenza.

Hay errores que aparecen como una bendición divina para beneficio de la Humanidad, tal es el caso de la aparición de la penicilina que ha salvado millones de vidas desde su descubrimiento en la década de 1920 por Alexánder Fleming, quien por casualidad descubrió la penicilina mientras realizaba experimentos de laboratorio, al observar que un moho contaminaba una placa de cultivo de bacterias, y que alrededor del moho las bacterias habían sido destruidas, identificando el moho como Peicillium notatun, al cual llamó penicilina.

La penicilina salvó innumerables vidas de los aliados durante y después del “día D». Aprender de los errores es una habilidad crucial para el crecimiento personal y profesional, no sé trata solo de evitar cometerlos en el futuro, sino de utilizarlos como una oportunidad para aprender.

Ante un error, podemos juzgarnos, criticarnos y hundirnos, o podemos tomar la gran oportunidad que nos brinda conocer mejor su rumbo. A lo largo de la vida enfrentamos momentos difíciles, situación en la que tomamos caminos equivocados, somos humanos y, por lo tanto, estamos expuestos a sufrir fallas y tropiezos.
Hay quienes, ante circunstancias agobiantes, son más proclives a sufrir con los errores, como aquellos que adoptan una tendencia perfeccionista, una personalidad rígida y una alta intolerancia a la frustración.

Errar nos enseña sobre nosotros y sobre el mundo, nos ayuda a clarificar quiénes somos, lo que deseamos, indicándonos las acciones que nos conducen a la felicidad y/o al fracaso. Cuando nos equivocamos, condición muy común, aparece un sentimiento desagradable, convirtiéndose en una decepción inesperada, de tal modo, que siendo los errores una fuente de aprendizaje, es muy importante asumir una actitud lo más idónea posible.

Ese aprendizaje no llega solo, para ello se requiere una actitud de escucha, comprensión y reflexión. En ese permanente transitar por, y entre errores y frustraciones, hay que moverse con pies de plomo, haciendo pausas, oteando de lejos la zona de riesgo y desplazándose por zonas seguras.

No estamos exentos de incurrir en fallas o errores que entorpezcan o enlentezcan peligrosamente nuestro avanzar por la vida. Esos pequeños e insignificantes errores que encontramos en la cotidianidad del hogar por olvido o descuido, esos que ocurren en el trabajo por omisión o por indiferencia, nos envían señales, se presentan con signos y síntomas que anuncian su arribo para poder eludirlos o minimizar su impacto, a fin de que no interfieran en nuestras labores y empañen nuestra imagen.

Hay que estar siempre atento, con ojo avizor, sabiendo que en nuestra ayuda siempre están atentos y dispuestos los sentidos, que desempeñan un papel crucial en la prevención de errores al alertar sobre riesgos potenciales y permitirnos asumir decisiones.

La vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, así como el sentido de la orientación, nos proporcionan información valiosa para evitar situaciones peligrosas o tomar medidas preventivas. De ahí que la expresión que señala que los errores son un aliado y no un enemigo que encierra incongruencias y verdades.

Hay que salir aprisa de esa zona de confort, ese lugar mental en que nos sentimos cómodos y afrontar con valentía y dignidad los desafíos de la vida. Hay que estar prestos a escuchar todas las alarmas que nos llegan tratando de que no ocurra otra vez lo mismo.

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