Distante: Lo único positivo que pude evaluar acerca del debate entre Kamala Harris y Donald Trump, escenificado este 10 de septiembre, en el marco de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, fue el carácter público que tiene esta confrontación. En otras palabras, lo bueno del debate es haberse dado, pero su contenido nos reseña que la mala política se da hasta en las sociedades que suponemos más avanzadas. Mucha vaguedad, preguntas casi infantiles, y, una capacidad para evadir respuestas, a similitud de la tauromaquia, no resulta sino inquietante. Sobre Harris, qué difícil prometer hacer, lo que no ha podido en casi cuatro años. Sobre Trump, que las dos veces que haya nombrado a Venezuela, sea de forma peyorativa, no puede alegrar a nadie en el país.
Desde España: Se fue Edmundo, y, según se desprende de sus propias palabras, -bueno, de su escrito publicado en X-, como que su apoyo de ahora en adelante será espiritual, que no es poco, sí, pero en política no es tan efectivo. Que si la hija, que si sus razones, que las decisiones personales, pues se entiende, sin embargo, mucha gente mira a los lados, delatando incomprensión. Aunque la oposición no lo diga ni lo revele, este punto se lo anota el oficialismo, más allá de lo discutible de su metodología. Hacer comparaciones históricas solo nos debe llevar a lo más reciente: Guaidó y su sainete del gobierno interino. Un comunicado leído por su hija, con Leopoldo López casi a su lado, no es el mejor cuadro de marketing que podrían inventarse.
¿Y el plan C? Hacer un análisis político del papel de la oposición venezolana en este momento, es completamente azaroso. No creo que la cosa haya sido culminada con un asilo, después de la muestra innegable de cambio que demanda el país y que sigue latente desde el 28J. Una cosa es que la gente quiera paz y una vida normal, y, algo muy distinto, que el rumbo del país se encuadre en un menoscabo total de las oportunidades y libertades. Veo, con inquietud y asombro, la aparición de un sitio web con una cuenta regresiva, ¿de qué se trata eso?, ¿un nuevo show?, ¿una dosis de esperanza vana para la población?, ¿otro mantra? Creo que la negociación es el remedio más efectivo en la política, pero en cualquier término, eso es imposible sin la disposición de las partes en disputa.
Coyuntura: El Gobierno nacional no parece dispuesto a asumir ni sus propias banderas, cuando ofreció cambios y transformaciones, ¿de qué se hablaba, en cualquier caso? No sé si hoy somos un país petrolero, pero es irrebatible que la calidad de vida del venezolano no es precisamente una fortaleza. Aún en los tiempos actuales, Venezuela posee incontables ventajas de toda índole, no obstante, si seguimos en la práctica de la extensión indetenible del Estado, las regiones se hacen improductivas, la economía se ralentiza, y, cualquier indicador al respecto, será solo una cifra sin mayores incidencias positivas para la colectividad. Asumir responsabilidades no es enarbolar un catálogo de excusas frente a cada demanda ciudadana, sino aplicar lo que sea necesario. Es una buena coyuntura para pasar de lo discursivo a la acción.
Sin control remoto: Fuera de las fronteras de Venezuela, hay realidades muy distintas. Cada quien, de su país, dirá que es el mejor, así que es comprensible para los venezolanos sostener que estamos en un gran país, a pesar de nuestros problemas. Es una realidad que muchos venezolanos encontraron en otros espacios su propio destino, su sentido, sus objetivos, y es una decisión que es respetable para cada quien. Aún en la distancia, la opinión de quienes sienten por nuestro país es importante, pero plantear que es con restricciones severas a la economía, con coerción sin distingo, con esos mecanismos fallidos que puede lograrse un cambio político, solo nos traerá más problemas a quienes estamos aquí. En la distancia, es fácil perder las perspectivas.