A veces es bueno perderse mirando el pasado lejano que no deja de sorprendernos y sin haberlo vivido lo extrañamos. México por ejemplo, no deja de hacerlo con su historia. Ayer, me conseguí con el mundo azteca y era inevitable, al ver en aquel mundo antiguo americano, lo que fue aquella civilización.
Esta gente que varios creen era atrasada, mucho antes de la llegada del almirante Cristóbal Colón a nuestro continente, tenía su propia legislación y en ella, predominaban los principios que no existían en las legislaciones de los países llamados civilizados.
Aunque no es el fin de la presente inquietud, no puedo dejar de citar esta máxima contenida en un código azteca: “Ninguna persona podía nacer esclava en Méjico.”
Asimismo, conseguí esta perla: los aztecas, tenían establecido en la normativa jurídica que regía su mundo: “La prescripción del tormento”. Bien, ante esta belleza, que presumo llena de orgullo bonito a los sudamericanos, me encuentro con otra sorpresa y es el nombre de: Nezahualcóyotl. Este, era un monarca en lo que fue la tierra azteca.
La historia nos refiere que desde joven, siendo príncipe y legítimo heredero del trono, abrió una nueva senda de progreso a su país y entre las muestras de estadista que dejó a la posteridad, los textos nos citan que: al triunfar en una guerra, dictó una amnistía general; pues tenía por máxima “que si un monarca tenía derecho a castigar, la venganza es indigna de él.”
También, construyó el acueducto de Tenochtitlan, hoy ciudad de México.
Nezahualcóyotl, además de estadista, era poeta. Llegó a edificar “un templo piramidal en cuyo vértice había una torre de nueve cuerpos para representar las nueve divisiones del cielo, y el décimo estaba cubierto de un techo pintado de estrellas doradas por fuera, e incrustado interiormente de metales y piedras preciosas…”, dedicado “al Dios no desconocido, a la causa de las causas…”. Obsérvese el monoteísmo. Ahora bien, en Nezahualcóyotl, hay un hombre que va más allá del mandatario y es ¡el poeta!. Son famosas sus odas; que a pesar del paso de los siglos, mantienen su vigencia.
Para muestra este botón: “Deshechas las inquietudes; si el placer tiene límites, la vida más triste tendrá también su fin… Regocíjate en la verde frescura de tu primavera: el recuerdo de estos goces te arrancará inútiles suspiros …/ Pero la memoria del justo no será borrada dentro de las naciones./ El bien que hayas hecho será siempre un título de honor. Las grandezas de esta vida, sus glorias y sus riquezas las tenemos como prestadas; su sustancia es una sombra ilusoria; las cosas que hoy existen cambiarán mañana… Coge, pues, las flores más bellas de tus jardines para coronar tu frente, y apresúrate a disfrutar los goces del presente antes que desaparezcan”.
Este poeta exquisito pasó sus últimos años en Las delicias de Tezcotcinco, dedicado a la astronomía y a la meditación de su destino inmortal.