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jueves, junio 5, 2025
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Humberto Peinado… Edad de oro, mitos y verdades

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Nos asusta su proximidad y, aún más, su llegada, al no saber lo que nos espera en las actuales circunstancias que vivimos. Nos acompañan las raíces más queridas, virtual o presencialmente, nuestros hijos, nuestros nietos, nuestra continuidad. En nuestro ligero equipaje van resguardados los recuerdos, las esperanzas, hemos dejado por fuera todo lo que nos hace daño.

Empezamos así, la más grande y temeraria de las aventuras sin retorno, sin saber qué sorpresas nos deparará el destino. Dos corrientes diametralmente opuestas en torno a esta crucial etapa han surgido, la de quienes esgrimen los mitos como una verdad absoluta, y los que contradicen sus postulados o pronunciamientos con su pleno discurrir.

Los primeros sostienen que los de la tercera edad ya “no echan pa’lante”, y los que llegando, aducen que “ahora es cuando hay pa’ rato». Los escépticos argumentan que la vejez es sinónimo de enfermedad, que quienes llegan a esa etapa son solitarios y aislados, que son improductivos y no pueden aprender, que son inflexibles, que han perdido la lucidez mental, etcétera.

Lo cierto, es que no se les puede etiquetar como regla general, no todos llegan ni ostentan las mismas condiciones que ellos señalan. En contravía a estos argumentos, el comportamiento de quienes han llegado a la edad de oro desdice parte de sus postulados.

Hoy la demografía tiende hacia una población más longeva, por lo que es propicio acabar con los mitos que aportan una imagen negativa y errónea de la vejez. Si los tiempos cambian, los ayer jóvenes, hoy entrados en los años dorados por la gracia de su permanencia, adoptan también los cambios o intentan hacerlo.

Hoy sobreviven, y esa longevidad manifiesta en su activo comportamiento y persistencia social, han derribado los mitos del ayer, la ciencia, los medicamentos y la tecnología, entre otros, han prolongado su existencia a niveles quizás nunca imaginados.

Ahora, los mayores reaparecen con renovada vitalidad, afloran sin tapujos aquellos aspectos mitificados confinados en pasajes, en patrones conductuales que evidencian que no todos los adultos son o llegan enfermos, que no todos están solos o aislados o gustan de la soledad y el aislamiento, que no todos son improductivos, que no todos han perdido la capacidad de aprender, advirtiendo que, contrario a lo que se supone, la vejez no es una época signada casi siempre por la tristeza y depresión.

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha dado un gran paso a favor del envejecimiento plausible, al declarar el periodo entre 2021 y 2030 como la década del envejecimiento saludable, al pretender aunar esfuerzos, voluntades y conciencias de los gobiernos, de la sociedad civil, los organismos internacionales, los profesionales, el mundo académico, los medios de comunicación y el sector privado, a fin de promover vidas más largas y saludables.

En el lento transitar a través de ese cuasi sueño -aventura que han emprendido, quedan sorprendidos y a la vez ilusionados y esperanzados al encontrar a su paso vallas armoniosamente diseñadas y vistosas que inviten a los viejos caminantes a proseguir, prometiéndoles programas para mejorar su nutrición y su alimentación, el mayor problema, programas de salud y asistencia social al 100 %, prioridad para el adulto mayor en programas de vivienda, de transporte.

Asimismo, la adaptación y mejora de los espacios públicos, y como algo novedoso y muchas veces anunciado, la instalación de “clínicas móviles”, en sintonía con las medidas médicas preventivas en boga, mantenidas con regularidad en barrios y urbanizaciones, ¡ah!, y las visitas médicas domiciliarias. El sueño ha terminado, y con ello el abandono, la desorientación, el desconcierto y la desesperanza de los envejecidos caminantes.

Leer también: Aprender de los errores

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