En las costas de Venezuela aún se puede encontrar a quien produce y vende la manteca de ladrón; que es la grasa líquida extraída del cangrejo “ladrón”, mejor conocido como el cangrejo marino ermitaño (Pagurus sp.) de quien se cree “roba” las conchas a los caracoles, cuando la verdad es que carece de un caparazón resistente para protegerse de los depredadores, y por esa razón usa los caparazones vacíos de caracoles marinos llamados botutos (Lobatus gigas), y cuando la concha le queda pequeña, lo que ocurre frecuencia, se muda a una más grande.
Este producto se usa como lubricante por los sobanderos de los pueblos, un oficio ya casi extinto en Venezuela; que esta profesionalizado en otras partes de América bajo la figura de “hueseros”, también es usado para regularizar la función intestinal. Igualmente, la manteca de ladrón es usada en santería y espiritismo para rituales de separación, destierro y alejamiento.
Es interesante que este fruto del Mar Caribe fuese presentado por Venezuela como producto de exportación en la Exposición Internacional de Chile en el año 1875, y esté mencionado en el libro “The Commercial Products of the Sea: Marine Contributions to Food, Industry, and Art.” de Peter Lund Simmonds (1814-1897), que fue publicado en el año 1879.
Este ungüento tiene una versión del viejo mundo llamada “aceite de ratero” o también “aceite de ladrón”, que es la combinación de cinco aceites esenciales: canela, clavo, eucalipto, limón y romero, que por sus propiedades antisépticas se emplea para combatir enfermedades respiratorias, virus, bacterias y hongos.
También se le considera cicatrizante y analgésico; además de llevar a lo positivo los estados de ánimo y combatir algunos dolores del cuerpo y del alma.
Su aparición se remonta al siglo XV, cuando cuatro perfumistas venidos a menos encontraron en el saqueo de tumbas una forma de solventar su decadente situación económica.
El juicio de los criminales posiblemente se realizó en el año 1413, durante el brote máximo de la peste bubónica, por ello para las autoridades fue impresionante que estos perfumistas no se contagiaran de la enfermedad durante el manoseo de los cadáveres en las tumbas que saqueaban. Por eso se les ofreció una reducción en la pena si revelaban el secreto que los hacía inmunes a la peste. Estos contaron sobre la combinación de aceites y así se popularizó esta preparación como medio para evitar enfermedades.
Igual que su homónimo americano, el aceite de ratero es promocionado como un potenciador de cualquier ritual espiritista para romper o anular trabajos, magias y hechicerías preparadas para separar a personas. También es indispensable para rituales de destrozar y anular brujerías, hechizos de magia negra y trabajos de amarre o mal de ojo.
Ninguno de estos ungüentos tienen algo que ver con la horrible idea de hacer uso culinario de los despojos mortales de quienes sustraen y despojan a sus semejantes de lo esencial, en especial cuando son los dineros del erario público.
Estos remedios populares son recordatorios de que hasta el más vil de los seres sirve para algo bueno. Pero este pensamiento es solo un vademécum místico y contemplativo, casi filosófico.