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jueves, noviembre 21, 2024
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La imposición a Galileo y las imposiciones de hoy

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Entendamos primero que, en el siglo XVII (1601-1700), el universo era lo poco que se conocía del sol, de la luna, de los planetas y sus satélites, de los cometas, en medio del espacio sideral plagado de estrellas, en cuyo centro se encontraba la Tierra, según la experiencia ordinaria y la cosmovisión tradicional de ese entonces, respaldadas además por pasajes de las sagradas escrituras. Esa era la verdad inmutable, tal y como los discursos del Gobierno venezolano actual.

En el siglo XVI, Nicolás Copérnico, astrónomo polaco, formula una tesis contraria, heliocéntrica, según la cual el centro del universo era el Sol, mientras la Tierra y los demás planetas giraban a su alrededor. Ésta era una visión revolucionaria, cierta solo en lo que se refiere al Sistema Solar, pero que corregía la visión errada existente y abría todo un campo para avanzar en el conocimiento de la realidad astronómica. 

Galileo Galilei, astrónomo e ingeniero italiano, asumió las tesis heliocéntricas de Copérnico, respaldadas además por el clérigo y filósofo español Diego de Zúñiga, que como dije eran rechazadas por la Iglesia por distintas razones: su supuesta contradicción con ciertos pasajes de la Biblia, la negación de las enseñanzas de Aristóteles y la necesidad de la Iglesia, en una época de guerra que dividió a Europa, de cortar de raíz cualquier pensamiento que se alejara de la fe. Algo parecido, esto último, a lo que quiere el Gobierno con su versión de los resultados electorales: erradicar cualquier otra versión.

Además, Galileo no planteaba como otros, que se trataba de una hipótesis, sino que era una teoría que demostraba la realidad planetaria. Todo esto hizo que se ganara la enemistad de los académicos, en su mayoría fieles a Aristóteles, que presionaron para que sus obras fueran prohibidas. Prohibiciones y castigos usan siempre quienes no tienen la razón. 

En 1616, la Inquisición (Ministerio Público de la época) inició un primer juicio contra Galileo, que concluyó con una condena de las obras que postulaban el heliocentrismo, por ser falso y opuesto a la Sagrada Biblia, cosa esta última no necesariamente cierta. Galileo fue amonestado para que abjurara de la teoría heliocéntrica, que significaba que la Tierra no estaba inmóvil en el centro del universo, sino que se movía junto con los otros planetas alrededor del Sol. La amonestación causó el efecto deseado por muchos años, hasta que Galileo creyó encontrar otras pruebas a favor del movimiento de la Tierra. Se entrevistó varias veces con el Papa Urbano VIII, quien no pensaba que la hipótesis heliocéntrica era herética, sino que era falsa y nunca se podría demostrar. Tenía claro el sumo pontífice que una cosa es estar errado y otra es ser herético, algo que nuestros gobernantes confunden adrede.   

Galileo logra finalmente el permiso papal para publicar sus estudios en una obra intitulada: “Diálogo entre los dos grandes sistemas del mundo, el tolemaico y el copernicano”, en la cual aceptó que la suya era una hipótesis y no una teoría, con lo cual aspiraba a que no se levantara un gran revuelo. Se equivocó, y sus enemigos, eclesiásticos y académicos, le acusaron de ridiculizar los postulados aristotélicos; algo así como burlarse de Chávez en la actualidad. El embajador de España ante el Papa acusó a éste de no ser firme en la defensa de la fe católica, por lo que Urbano VIII se vio obligado a permitir que se abriera una segunda investigación contra las tesis de Galileo, que lo obligó a la deshonra de retractarse en público de sus opiniones en torno al movimiento de la Tierra. Prácticamente, lo mismo que se busca cuando se exige reconocer los resultados electorales, si se quiere seguir participando en política. O como si a Chávez lo hubieran obligado a abjurar del golpe que dio en 1992, si quería participar en las elecciones de 1998. 

Aunque la condena impuesta por la santa inquisición fue la prisión, esta nunca se ejecutó, pues Galileo aceptó retractarse y era además una de las personalidades más importantes de la Toscana (matemático, astrónomo, investigador, filósofo, profesor universitario), por lo que la pena fue cambiada por arresto domiciliario, es decir, una medida cautelar de las actuales, en su residencia en Florencia, al cuidado de su hija y donde continuó escribiendo. Numerosos e importantes fueron los descubrimientos y estudios de Galileo: las fases de Venus, los satélites de Júpiter, las montañas de la Luna, la composición de la Vía Láctea por miles de estrellas, las manchas solares, el uso masivo del telescopio y su mejoramiento, el estudio de la ley del movimiento uniformemente acelerado, entre otros. 

Muere a los 77 años por causas naturales y no existe confirmación científica de que haya murmurado “e pur si muove” (pero se mueve), después de retractarse de que la Tierra se moviera alrededor del sol. Una frase que se le atribuye como expresión de rebeldía ante el poder omnímodo, que puede obligar, pero no convencer, tal y como dijo Unamuno en la Universidad de Salamanca en 1936 al general franquista Millán-Astray: “Venceréis, pero no convenceréis”.

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