
Venezuela, su patria, y la música popular caribeña todavía no han saldado la enorme deuda que tienen con “Cheo” García, el más grande guarachero y guataquero que ha parido la América Hispana. Dueño de un temple musical para cantar guarachas y ser fiel exponente del bembé, “Cheo” García se erige como uno de los más altos exponentes de este ritmo caribeño.
Y si hay elementos musicales que le dan su perfil melódico y rítmico, es la esencia de lo cantado, lo principal en ella. La guaracha es colectiva, es social, sirve para reír, gozar y para pasar de boca en boca como radio bemba, la cotidianidad del pueblo o el entorno involucrado.
Siempre iniciaba el show y su voz elástica se expandía por los cuatro vientos, y en el brillo de sus ojos nunca había derrotas ni cansancios, lo que había era desafío. Proseguía el camino y su calidad vocal levantaba la guaracha en las ciudades, los campos y en los grandes escenarios hacía doblar las campanas, convirtiéndose en un fugaz y perenne pasajero del tiempo, que continuaba ganando todos los combates.
Mirando y oyendo bien a “Cheo”, su talento para el tararero en un local apretujado por el público donde él estaba siempre a la expectativa en medio de un inspirado solo del saxofón tenor o un solo de trombón mayor, “Cheo” se levantaba y enseguida daba rienda suelta a su voz que parecía como sacada de un sombrero por un mago, o acompañado por un solo de trompeta.
Si yo fuera “Cheo” García, profundizaría las raíces en las fuentes del ritmo. El ritmo brotado en los latidos del corazón, para que se mueva allí toda la vida humana. Y por el poderoso efecto excitante que el ritmo produce en las energías musculares y mentales. Llevaría todo el sentido del ritmo a todos los movimientos de la vida. Además, el ritmo debe acompañar todos los esfuerzos, los impulsos y los estímulos.
El trabajo, la ceremonia, la religión, lo social, la justicia, la historia, el amor, lo romántico, todo se puede traducir en ritmos, sobre todo la efusión de las grandes emociones. Sí, el ritmo es para mí una de las tres características sobresalientes de la música (las otras dos son la melodía y la poesía en sus letras).
El sentido del ritmo responde al espíritu emotivo, a su intensa sociabilidad, a la cultura colectiva. El ritmo no solo acentúa la expresión de las emociones, haciéndolas más comunicables, sino que estimula la coparticipación en ellas de lo demás. Tan pronto como la expresión traducida en una forma rítmica, su poder contagioso se crece en forma infinita. Yo hallo en el ritmo un fuerte aglutinante social.
Es una acumulación de ideas para intensificar la sacripotencia y asegurar la eficacia del trabajo mágico – religioso. Y entonces, con el ritmo me convertiría en el mejor sonero mayor del universo.
Si yo fuera “Cheo” García, me perdería con una sirena ebria a guarachar en el fondo del mar para que los habitantes del océano con su exótica danza nos den la bienvenida, y con ellos armar un rumbón junto a Celia Cruz, Billo Frómeta, Manolo Monterrey, Víctor Piñero y Rafa Galindo para toda la vida.
Y ya “Cheo”, en la postrimería encandilado por los reflectores entre el griterio y los plausos, sigue cosechando en los escenarios aquel famoso aguinaldo: “En las navidades canto cariño / para que se alegren todos mis amigos / yo le pido al cielo que estas navidades / traigan alegrías y prosperidades.
Y nos sigue quemando el fuego de su voz irrepetible, que con su tarareo para enamorar la guaracha, desafiaba a los sombríos corredores del olvido, anunciando su presencia, esperándonos en el próximo baile. Y por aquí en el barrio te decimos hasta siempre “Cheo”…
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