E go, según corrientes como las filosóficas y psicológicas, es una construcción de la identidad personal, la imagen que tenemos de nosotros mismos y cómo nos proyectamos hacia el mundo. Sin embargo, esta proyección muchas veces se disfraza detrás de máscaras que, por falsedad, distorsionan nuestra verdadera esencia.
Desde un enfoque sociológico, por ejemplo, se argumenta que las interacciones sociales son como un acto teatral donde las personas desempeñan diferentes roles, utilizando máscaras para presentarse, de manera favorable, ante los demás desfavoreciendo al otro.
La máscara del ego desde un contexto académico ofrece una perspectiva rica y compleja, ya que contribuye de manera única a la comprensión de cómo los académicos, adoptan roles y actitudes que ocultan o distorsionan sus auténticas identidades, menospreciando el verdadero rol de otras personas.
Por otra parte, es una forma de autoprotección y conformidad que puede interferir en el progreso auténtico y colaborativo del conocimiento. Por ello, si son sinceras, al reconocer y desmantelar estas máscaras, es posible crear un entorno académico más inclusivo, auténtico, saludable y productivo, donde la academia en general, se sienta segura de explorar y compartir ideas sin las barreras del egoísmo y del ego; entendiendo así, ¿cómo se puede caer en la “mala fe” adoptando máscaras que permiten cumplir con las demandas externas, a expensas de la autenticidad del otro?
Es como cuando sentimos la necesidad de mantener una máscara de expertos para ser tomados en cuenta y en consideración, estableciendo así, una comunicación efectiva. Pero surgen en algunos casos: la falsa modestia, que puede ser una máscara utilizada en los entornos académicos, en los que se finge una humildad como autoridad y se esconde la necesidad de reconocer al otro por sus aportes, potencialidades y necesidades.
El reto de las máscaras del ego, requiere urgente de un enfoque consciente y crítico para promover un entorno más auténtico, demandando de manera apremiante ser consciente y crítico para transitar el camino verdadero de todo ser humano, como es el reconocimiento del otro.
