Al enterarme de la muerte física de mi gran amiga Haydee Castillo Pereira, hice un mutis de respeto, tal vez ceremonial, para pedirle a mi Padre Creador hiciese llegar su alma cuanto antes a su presencia. Confieso que me perturbaba el dolor por la noticia, pero la luz de la revelación aclaraba mi conciencia, esa que me hace concebir que todos somos parte de un todo unificado.
Los terrenales experimentamos lo limitado del mundo y comprendemos, los que hemos avanzados en algunas enseñanzas cristianas, judaicas, jasídicas que, cada uno de nosotros tenemos que vivir en una realidad sin la muerte; es decir la muerte no existe y que la vida continúa eternamente, pero en otra realidad, sin muerte y sin dolor; especialmente cuando se alcanza el estar en unión total con el Creador. Es que nuestra alma proviene del Creador y estamos hechos de la misma esencia que Él.
Haydee sabía esto; de allí que todo lo que cultivó logró tener esencia de vida: destaco su amistad, una amistad duradera, permanente y acrecentada con los años. Y acá destaco lo que nos unió a ella.
Le conocí cerrando los años ochenta. Recién egresado de la Ucla como licenciado en Contaduría, buscaba mi colegiatura, me recibe en la secretaria general del Colegio de Contadores Públicos del estado Yaracuy, colegio que también se encaminaba en el estado. Ella nos visaba los estados financieros. En su casa solíamos reunirnos en asamblea con la frecuencia que daban las convocatorias para planificar la compra y construcción de la sede del colegio y para estar al día con los programas sociales relacionados con nuestra filiatura y de los cambios académicos que propiciaban las Normas Internacionales de Contabilidad.
Su presencia siempre brillaba en las reuniones y asambleas y le imprimía pensamientos y acciones a todos los actos que se hacían, bien en las charlas, conferencias, encuentros deportivos, culturales y que siempre iban mezcladas con sus actividades paralelas (es que ella era cultora por natura). Logró ser conocida por la fabricación de pavitos, un manjar con base de plátano, herencia de la panadería La Estrella, propiedad de sus padres. El Pavito fue declarado Patrimonio Cultural del municipio San Felipe.
Era invitada especial en ferias, fiestas y, festivales gastronómicos que se realizaban en el país. Siempre nos veíamos en las fiestas de Tintorero en Lara, en las Ferias del Maíz en Chivacoa.
Nunca le abandonó su sonrisa, una sonrisa que logré decodificar, pues, nunca se desconectó del Creador quien ama a todos aquellos que transmiten bondad. Así se alcanza la inmortalidad. Por eso, ella no ha muerto. Vive en Dios, vive en todos los Contadores Públicos con los que compartió, vive en todos aquellos que probaron su dulcería y vivirá en la historia de esta tierra que la vio nacer y crecer. Gloria Haydee.