
Al conocer que la señora Visa había muerto, busqué consuelo en Dios con el propósito de atenuar mis sentimientos, busqué consuelo como una forma de terminar, de digerir lo que ya presagiábamos quienes compartíamos su entorno. Y, ¿por qué en Dios? Porque él es nuestro Creador, y a él tenemos que exaltarlo. Es a quien tenemos que afianzarle su grandeza porque es la afirmación de la vida y de la presencia eterna.
Elizabeth Sampayo de Aranguren (Visa) era la señora “más viejita” del Barrio Centro (detrás del Teatro Antonio Mendoza) de Chivacoa, por lo que, en cierta forma, se había convertido en la referencia más cercana en pensamiento, palabra y acción que teníamos en el sector. Es decir, por la familiaridad, por su amistad y comprensión, ella se había convertido en libro viviente para los deseosos de crónicas del barrio.
De sus 87 años de tránsito por esta tierra, Visa nació en La Peñita, fue enfermera, se casó con Alborgen Aranguren y levantó una familia de seis hijos: Osvaldo, Celia, Magaly, Freddy (ya fallecidos) Richard y Mary.
Hay un afecto común. Desde el año 1975, cuando llegué a Radio Chivacoa (Radio Alegría), ubicada en la quinta perteneciente a la familia Aranguren (Avenida 7 entre 13 y 14), el primer acercamiento que tuve me lo brindó la señora Visa, nos preparaba café para hacer más amenas las guardias radiales.
Compartió mi crecimiento personal y profesional, y se convirtió en una referencia espiritual para mi esposa (Nena) y mis hijos. De las reuniones familiares nació el cariño entre mamá y ella. Me convertí en el canal de saludos que iban y venían por esa amistad que había. Sin reemplazar el amor de mi madre, ya fallecida, el cariño de Visa era maternal, y eso lo aprecié por lo alto.
Al morir Visa, se nos va otra leyenda del barrio. Su alma va a esa calle de Jerusalén, donde están compartiendo luz divina: don Julio Quintero, Julia de Quintero, María Suárez, Dominga Quintero, Anicasio Flores, Ascensión Abreu, Francisca de Vargas, Miguel Parra, Cándida de Parra, Olga de Caro, Catalina de Suárez, Magdalena (Mitin) Méndez, Nélida (Chanto) Méndez, Flor Rodríguez, Eneas Landínez, Juan Pablo García Añez y Napoleón Herrera, entre otros, quienes forjaron una camaradería de pueblo, cuyo legado mantienen hoy sus descendientes.
De Visa reviviré muchas querencias. Hoy, repito, para aligerar ese sabor amargo de la despedida, busco consuelo en Dios, consejo que extiendo a sus hijos y a todo aquel que pierde a un ser querido.
La vida o nuestro cuerpo que habitamos es un campo donde batallan lo divino y el alma natural para lograr que en él vivamos como seres justos y dignos. Visa lo logró, porque su larga transición le permitió pagar aquí en la tierra, para cobrar en los cielos, la felicidad eterna.
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