spot_img
lunes, agosto 25, 2025
InicioOpiniónTrago Amargo…“Neolinchamiento”

Trago Amargo…“Neolinchamiento”

- Publicidad -

La evolución comunicacional ha traído nuevas y complejas realidades para un ser humano que vive interconectado con sus semejantes y con los hechos. Los cambios que, en cuanto a comunicación social y tecnología, hemos vivido en los últimos años, nos hablan de un mundo sincronizado, más que globalizado.

La globalización ha quedado para erigirse como estrato político de la nueva realidad, pretendiendo unificar pensamientos e ideas en torno a objetivos particulares. Esa sincronización a la cual nos referimos, sucede de manera más natural, en los espacios digitales, creando nuevos axiomas que incluyen elementos tan cotidianos como el lenguaje y todos sus neologismos, pero también aspectos humanos más subjetivos, como la ética o la moral.

En este sentido, pareciera que, entre una realidad propia de la literatura de Orwell, y un dogmatismo digital que colinda con lo religioso, sobre la ciber esfera se ciernen nuevos códigos de conducta que empujan e intimidan, que condicionan y limitan, a veces hasta retroceder en razonamiento para salir ilesos de las masas insensatas que imponen sus posverdades.

La verdad, pareciera, un efecto del interés de quien tenga fuerza para imponer o censurar en las redes sociales. Aunque resuene como la peor de las paradojas, nunca en nuestros tiempos se ha hecho más complicado comprender los fenómenos de manipulación de masas y advertirlos.

La verdad también se ha vuelto frágil como concepto, obligando a veces a complejos mecanismos de rastreo para asimilar que una idea no es una verdad, que una opinión no es una verdad, o que la verdad debe tener sustentos fácticos como estadísticas, certificaciones, comprobaciones, más que intencionalidad.

En paralelo, nunca las falacias retóricas habían sido expuestas tan abiertamente como formas de construcción de verdades condicionadas y alteradas. Si bien, parte de la discusión, puede mantener excelentes pronósticos, -como, por ejemplo, cuando hablamos de fake news y entendemos que no solo es una noticia falsa, sino que debe conllevar el interés de la falsa credibilidad, el dolo informativo-, gran parte se encuentra aún en condiciones de barbarie cuando se aplican “verdades porque todos lo dicen”, o “verdades porque no hay algo que demuestre lo contrario”.

En la excelente y recomendable serie coreana de política, “Queenmaker”, -entre otras cosas-, podemos observar cómo se aplican elementos de manipulación de masas a partir de informaciones reales, logrando al final de los procesos, una distorsión tan grande que la noticia real había perdido todo sentido frente al “interés” de las masas de castigar, de fustigar o, como se le conoce oficialmente, de “cancelar”.

La política de cancelación, en este sentido, viaja a la par de la construcción de la posverdad, ya que se requiere de suficiente costo moral para que aquellos que presentan una objeción a la misma, lo piensen más de una vez para emitir juicio.

Todo lo anterior, recrea un ambiente perfecto para que se produzca una nueva forma de validación moral, la tendencia, que va mucho más allá que los fenómenos de preferencia vinculados con el tiempo como la moda o el argot. Esta validación moral supone efímeros soportes de ética, como la aprobación del maltrato verbal o las falacias antes descritas.

El que opina es, a su vez, el que juzga, y, a su vez, el que condena y ejecuta sentencia, todo, si es posible, en la misma frase, o en el mismo post. La publicación o post, adquiere en esta dinámica un peso tan grande que puede recibir la validación de otros a través del like o del compartir. Ya no es una opinión cualquiera, es que, si la misma puede encerrar los deseos de la masa digital, se convierte en una verdad simple.

Esto es una derivación en tiempo real de este precepto, y es que, en el momento de producirse una publicación, más allá de valorar si es cierta o no, los usuarios entran en contacto con la misma para “leer” los comentarios, haciendo que los mismos sean, a su vez, opiniones de la verdad o la verdad misma, de forma indiferente.

Podemos advertir que la verdad, en los tiempos actuales, implica dos vertientes muy fáciles de distinguir. Primero, el principio de afinidad, que no es más que entender que aquellos usuarios que tienen un sistema de creencias, condicionan a los complejos algoritmos de las redes sociales a enviar o limitar, sea el caso, informaciones que avalen esa afirmación, como ocurre con los “terraplanistas”, quienes, en su pretensión de ratificar que la Tierra es plana, solo conciben informaciones que giren en torno a supuestas conspiraciones para ocultar la verdad, que no es más que una verdad que satisfaga ese interés.

El catálogo de cosas absurdas que se rigen por este principio es interminable, desde la convicción de que existen vampiros, hombres lobo, zombis y todo lo que la literatura de terror pudo haber creado, hasta consideraciones políticas frente a escenarios complejos, como el conflicto entre Israel y Palestina, por citar uno, en donde la recepción y validación de informaciones cambia de acuerdo a las ideas preconcebidas al respecto.

Sin embargo, hay otro camino dominante en el escenario informativo actual y que tiene, en algunos casos puntuales, mucho más peso que los mecanismos de difusión y construcción de preferencias en las redes sociales. Se trata del condicionamiento por tendencia, una suerte de propuesta que nace de la necesidad de hacer crecer o disminuir la profusión de una información determinada, en la que participan, en primer lugar, los usuarios y, posteriormente, los propios mecanismos de reproducción de las redes sociales.

Para comprender el proceso, solo debemos considerar ese mensaje compartido que llega a través de un contacto con una información de última hora, pero que carece de veracidad, sentido o coherencia. Sin importar, precisamente, lo que lo definiría como una verdad o en contradicción de la misma, aquí lo que priva es la intención de compartir y la viralidad que se obtiene.

Podemos comprobar esto con los recientes videos virales en donde ocurren supuestos accidentes catastróficos o cosas en verdad caóticas como la, supuesta, devoración de una entrenadora de ballenas orca. Con la participación de la IA, se complica y fortalece el aspecto de la manipulación informativa, ya que se dificulta para el usuario regular el distinguir si ese video, que parece tan real, lo es, o es una creación a partir de un prompt. Ni enunciar cuando el usuario es una persona sugestionable.

Lo anterior reviste mayor importancia, porque nos encontramos, actualmente, con herramientas que, sin dudas, facilitan el proceso de manipulación de masas, construyendo noticias con avatares que simulan personas reales o, peor aún, cuando personajes de la IA se convierten en dudosos influencers.

La posverdad toma, en este sentido, un terreno importante por la sencillez con la cual se puede erigir por sobre la realidad y la verdad, con consabidas campañas sistemáticas de creación de tendencias. Algo interesante que se debe y puede hacer al respecto, es conocer los mecanismos para distinguir un video de IA de uno real o una tendencia compartida de una viralidad orgánica.Todo usuario debería, no solo por enriquecimiento de su caudal cultural, sino por necesidad de convivencia sana con sus semejantes, aprender sobre estos procesos de validación, así como de forma evolutiva, debería ser materia obligada para las nuevas generaciones.

Hoy, más que nunca, cobra particular vigencia e importancia el concepto de la veracidad de la fuente, el factor credibilidad implícita y la ratio de verdad objetiva que una cuenta de redes sociales transmita. Entre tanto interés de manipulación, también, resurge un sentido primario en el ser humano de ver y compartir una verdad netamente comprobable y no un fraude informativo. La verdad os hará libre, dicen por allí.

Leer también: Venezolario

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Últimas entradas

lo más leído

TE PUEDE INTERESAR