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jueves, julio 10, 2025
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Otra Lorenzada…José Antonio y Toribio

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Todo en la vida cambia, y pasa a un departamento que denominan con varios nombres, archivo anticuado, inservible, obsoleto o pasado de moda, es el caso de las palabras que se utilizaban en la antigüedad, sobre todo en las enfermedades, los medicamentos y las partes de nuestro cuerpo, y aquellos nombres que colocaban a cada niño cuando nacían.

Vamos a entrar de lleno con esto. Un día y mes cualquiera de 1947 llega un señor de nombre José Antonio Herrera, quien después del saludo pregunta: “vale José, y cómo están por su casa? Allá estamos to’s tumba’os encatarra’os, desde los más pequeños hasta los más jamaos. Ese es un catarrón que no se quita con na’ vale. ¿Y por la suya, cómo están?

Como en la suya, también tumba’os con ese mismo catarrón. Yo llevé a los míos a que don Macario, en Tibana de San Pablo, y me dijo que eso es seranpeón vale. Serán los suyos, porque los míos cuando se alienten se van a seguir sus estudios en San Felipe, pa’ que no sean peón de nadie en esos conucos.

Los míos ya están en tratamiento con el Dr. Manuel Alcalá Medina, en el Hospital de la Independencia Plácido Daniel Rodríguez Rivero, y me aclaró que no es seranpeón y que es sarampión, los tienen mejor con tabletas, píldoras y un jarabe maluco que se llama Tobonuco, menos mal que en la botica de Miguel Flores en San Pablo se consigue todo, gracias a Dios”.

Y sigo con mi niñez tartagaleñisima con mis vivencias, en esa misma época, recuerdo un personaje de nombre Casimiro Acosta, pero por su estatura, cerca de los dos metros, le bautizaron como “Chasilargo”. Otro de nombre Merardo Herrera, este último manda a un hijo a cobrarle, y el muchacho le llegó de esta manera: “Señor casi lo miro, mi papá que le mande conmigo los cien bolos que le prestó en su tierra, que ya van hacer dos meses. Mijo, aquí están los cien bolívares, y me le da las gracias, que perdone la tardanza, y que no fue mi intención de no pagarle, lo que pasa es que raspando un cochino con agua hirviendo, me metí en un pozo del río Yaracuy por los la’os de Faltriquera, y me tuyí.

Le dice también que no sea embustero, que la única tierra que es de él es la que carga en las uñas, porque el único dueño es Dios, que pronto voy a visitarlo cuando me pare de esta cama, porque gracias a mi padre santo del cielo y a don Macario en Tibana de San Pablo, que le llevaron mis aguas y estoy a punto de levantarme de esta cama a caminar con manteca de culebra, baños con diferentes plantas que llevan concha de Indio Esnú, pepas de guásimo, hojas de sangrega’o y hojas de mapurite, todo eso en una cataplasma con aceite alcanfora’o y la manteca de chivo padrote, ya algo me he endereza’o”.

Leer también: El recordar entretiene

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