
No quiero ser apocalíptico ni profeta del desastre. Ni siquiera pesimista, pero es difícil no ver lo que está claramente enfrente de nosotros, de cualquiera que tenga bien sus cinco sentidos e intacta su capacidad de pensar en forma lógica.
Se dice fácil, pero no lo es, y esto es parte del problema existente y que quisiéramos analizar, aunque tenga que ser en forma muy elemental. Una buena parte de los venezolanos está profundamente envenenada por sentimientos afectivos extremos, amor y odio, productos de una práctica social de más de un cuarto de siglo, en las que las arengas, los gritos, los insultos, los desprecios, las amenazas, la soberbia, el cinismo y la burla, se han enseñoreado en nuestra sociedad, producto, en primer lugar, de la forma de hacer política del chavismo y, en segundo lugar, de la forma política de respuesta de la oposición extremista en el mismo período.
En este momento saltarán como energúmenos, para con su conducta darnos totalmente la razón, quienes han estado militando formal o informalmente en la política de ese sector opositor. Nos increparán, insultarán y descalificarán, y dirán que estamos absolviendo al Gobierno de todas sus culpas, pues seguramente somos mercenarios del sector oficial, o dependientes de la caja Clap, o que aún tenemos, lo dirán los más benévolos, nuestro corazón rojo, lo cual muestra, además, parte de la confusión política que existe, pues este Gobierno no tiene nada de rojo.
Al mismo tiempo, los supuestos rojos, que ni a rosado llegan, también gritarán e insultarán con el mismo propósito descalificatorio. “Saltó la talanquera”, es un “resentido” o afirmarán que no nos hemos dado cuenta de la agresión imperialista sufrida, olvidando que hoy ruegan para que la explotación imperialista continúe.
El desastre del país es en todos los órdenes de la vida social, y no estoy siendo exagerando. Se permitió la destrucción de todo lo que se tenía, en un intento de negar los avances habidos durante el siglo XX, que, si bien no eran suficiente y se había iniciado a finales del siglo pasado, un deterioro de lo construido, no ha debido ser destruido como se hizo o se permitió, para falsamente crear la idea de que antes de Chávez todo era obscuridad, miseria, sufrimiento y caos, y que la historia y la luz comenzaba con ellos.
No había educación gratuita ni obligatoria, pese a que la misma existía desde 1870. La salud estaba desatendida, pero teníamos un Ministerio de Sanidad y Asistencia Social desde 1936, el país había logrado erradicar la malaria y otras endemias, existían hospitales de distintos niveles en todos los estados, con atención oficial gratuita de calidad.
La corrupción, la falta de atención, de financiamiento y mantenimiento, acabaron o casi, con instituciones exitosas como PDVSA, la CVG, el Guri y Edelca; el suministro eléctrico nacional, el Metro de Caracas, la red de salud hospitalaria y ambulatoria nacional, el sistema escolar, el suministro de agua potable del país, las universidades oficiales, autónomas y experimentales.
Se acabó con el salario, las prestaciones sociales, el fideicomiso de sus intereses, los seguros HCM, el sistema de pensiones del IVSS. Eliminaron la libertad sindical y restringieron la actividad política y la democracia en forma grave, incluso dañaron lo que les era un motivo de orgullo: el sistema electoral “más perfecto del mundo”, perfección restringida al aspecto informático y no a su carácter realmente democrático, pero que hoy no es ni la sombra de lo que fue, ni siquiera en este aspecto.
Tantos los recursos recibidos entre 2003 y 2013 y hoy, nos encontramos muy por debajo de donde estábamos a final de los noventa, aparte de que lejos de mejorar, pareciera retroceder en forma permanente. Los supuestos avances económicos, que el Gobierno anuncia con bombos y platillos, parece que solo son disfrutados por la gran burguesía tradicional y la emergente, la cúpula política del PSUV y de la burocracia estatal y los altos mandos de la FANB.
Nada le llega al 80 por ciento de los venezolanos. Y para más tragedia, tenemos un país amenazado desde afuera y muy dividido, y a una oposición mayoritaria que apuesta a que terminemos de ser sepultados por el lodo.
La recuperación nacional, si es que en algún momento se inicia, será cuestión de décadas y deberá iniciarse en el sector de la educación, que tendrá que abordarse sin el facilismo, sin los prejuicios seudo ideológicos actuales y sin la mezquindad financiera y la ignorancia, que han caracterizado a este Gobierno. La Razón, pp A-3, 20-7-2025, Caracas.
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