
“¡Eureka, lo he encontrado!”, fue el grito emocionado de Arquímedes, el célebre matemático griego, a quien se debe el principio: “un cuerpo sumergido en el agua, desplaza un volumen de agua igual al peso del cuerpo que se sumerge en él”, y desde entonces esta expresión de alegría y entusiasmo ante el descubrimiento o un logro simboliza el triunfo de la genialidad y la creatividad de quienes con temeridad y arrojo desafían la adversidad hasta lograr triunfar.
Aparece cuando menos se esperaba, otras, tras largas e infructuosas búsquedas, y en singulares circunstancias de manera fugaz y efímera limitando su disfrute; es tan esquivo que quienes lo encuentran son afortunados, convirtiéndose en fervientes seguidores, la persistencia ha sido crucial para conseguirlo.
Siempre hemos ido en pos de él, nos hemos obsesionado con él, y al no encontrarlo, seguimos insistiendo hasta lograrlo; para unos hallarlo es un logro, para otros, según su cobertura, todo un éxito.
Para muchos, la edad es el pretexto para no ir tras sus metas. Están los que creen que son muy jóvenes y necesitan aprender más, o aquellos que se sienten muy grandes para reorientar el rumbo de sus vidas, lo que está en evidencia es que, en la mayoría de los descubrimientos galardonados, los ganadores del Premio Nobel tenían entre 40 y 60 años, esto nos sirve de estímulo para continuar ascendiendo hacia el podio sabiendo que para ello se debe agradecer primero lo que se tiene, aprender a enfrentar los miedos, conocernos a nosotros mismos, conocer nuestras fortalezas y debilidades y, sobre todo, no rendirse ante el fracaso, pues este no marca el final, sino una oportunidad para aprender, crecer, fortalecer el carácter y descubrir nuevas vidas.
Como al andar todo camino requiere una meta, un destino a alcanzar, esta es la primera clave del éxito, porque si no sabes con exactitud lo que quieres lograr, difícilmente podrás alcanzarlo.
Son exitosos, la empresaria que, en busca de un ascenso, acaba de gerente a director comercial, es exitoso aquel que se arriesga y renuncia a su trabajo para emprender un negocio. Es exitosa la escritora que escribe por encargo, pero que al mismo tiempo tiene su propio blog.
El éxito de lograr objetivos y metas personales, de convertirse en lo que uno realmente quiere, en vivir la vida en la forma en la cual uno quiere vivir, en hacer lo que uno realmente quiere hacer, en lograr lo que uno se propone lograr, constituyen las bases del buen emprendedor.
Esos logros los vemos a menudo en el ama de casa, cuyos platos de comida fascinan a comensales, en el que es dueño de su tiempo diseñando y creando obras, el que vive con el dinero justo y en los que logran alimentarse, vestirse y tener un hogar a donde llegar todas las noches.
Y en otro escenario más altivo y soberbio, están los que son exitosos al poseer un automóvil último modelo, la casa grande, los que visitan los restaurantes de lujo y compran ropa de marca, constituyen formas válidas, pero no son únicas.
Toda conquista ha sido el producto de múltiples intentos, y eso lo vemos a diario en nuestra gente que no se han amilanado y han soportado con estoicismo los fracasos, y pese a ello, siguen intentándolo. Ellos han recogido los fragmentos de sus anteriores vivencias, seleccionando los que quedaron ilesos y han ido armando con tesón y entusiasmo la vida que hoy ostentan, en su ayuda han acudido al ingenio y a la creatividad impulsando su avance, a su lado los fracasos han sido neutralizados por sus logros.
Sin el trabajo duro e insistente por la rudeza de los tiempos, la creatividad y el genio creador no hubiesen pasado de un banal intento a una virtual o presencial realidad. En este recorrido en pos del éxito conviene recordar que “vale más actuar arrepintiéndose, que arrepentirse al no haberlo hecho”.
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