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miércoles, mayo 14, 2025
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Otra Lorenzada… Mi viejo, un guerrero del campo

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A mundo, mi viejo Cornelio Víez (+), cuando ya le tocaba disfrutar de sus hijos, aun si se quiere prácticamente con muchos sueños por delante con una edad de 64 años, en 1968 la muerte se lo llevó.

En esa época, antes de esta columna, fui testigo presencial de los tantos tropiezos y sacrificios que le tocó afrontar, con deseo de ver a todos sus hijos crecer y desarrollarse para un futuro diferente al cual a él le tocó  conocer, primero en nuestro Tartagal, cuando fue perseguido por la dictadura perejimenista por ser adeco en clandestinidad.

Nos trae a San Felipe su compadre Ramón Vásquez en 1952 (el de San Pablo), le consigue un trabajo en Malariología abriendo huecos de letrinas o sanitarios, llegaba con las manos llenas de ampollas y adolorido de tanto reventar las piedras con una barra de hierro. Cambia de trabajo porque el señor Leoncio Prado le cede, en calidad de préstamo, una parcela para que sembrara algo.

Primero le tocó destruir como sesenta madrigueras de bachacos con carburo, agua y gasolina, logró una sola  cosecha de maíz y nos la comimos en cachapas, hallaquitas y jojoto asa’o.

Un señor de nombre  Cupertino, con un historial de brujo, lo lleva a trabajar a la Pica de El Chino, mejor dicho, en el propio Chino en Veroes, fue explotado, mal pagado y maltratado.

Desde 1960 en adelante, cuando la mayoría de sus hijos ya estábamos ubicados en nuestros diferentes trabajos, nos hicimos cargo de los gastos de nuestra casa materna. Cuando se comenzaba a disfrutar de una casa propia, a la par llegó ese accidente fatal, después de una caída mortal. Viejo, hoy fuiste parte de esta Lorenzada, sigue descansando en paz, amén.

Por otra parte, también les digo que es grato uno poder relajarse, acostarse a descansar, dormir, pensar, soñar y ponerse a recordar; es como un aparato de televisión encendido que todo lo acontecido de nuevo  nos hace mirar, por ejemplo, los avances de la infraestructura de San Felipe.

Para no ir muy lejos, desde 1952 en adelante,  desde la calle 35, justamente donde quedaba una alcabala a orilla de la quebrada Savayo, muy cerca del matadero municipal y los silos de almacenamiento de las cosechas de maíz, en ese sitio arranca la 5ta Avenida, hoy conocida como Avenida Libertador, entre calles 34 y 35, funcionó una estación de gasolina, y cuando la conocí, pertenecía al señor Tulio Aponte. Y el recordado Bar Volante, era una infraestructura de dos plantas con mucha vistosidad para la época.  En ese entonces, la 5ta Avenida era angosta con un solo canal, hasta llegar a la otra alcabala justo al  lado del río Yurubi.

De las obras de construcción más emblemáticas que existían y las que fueron naciendo después, recuerdo la Quinta Avenida con calle 15, donde funcionó el Teatro Gómez, una obra moderna para la época. Surge la sede del Banco del Caribe en la Avenida La Patria con 5ta Avenida, luego nace donde funcionó la Casa Royal, un centro comercial propiedad del señor Carlos Pinto Domínguez; y un señor italiano de nombre Antonio construye un edificio para la nueva sede de su Hotel Comercio.

En la Avenida La Patria, frente al antiguo vivero municipal, con la demolición de la 5ta Avenida para dar paso y llamarse Av. Libertador. Con su amplitud y crecimiento comercial, han florecido grandes edificaciones y son tantas que es muy difícil poderlas nombrar, el espacio se me agotó, esto hasta aquí va a llegar.

Leer también: Eso es la pura verdad

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