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jueves, marzo 20, 2025
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Superando la angustia

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Después de planteado en artículos anteriores, el análisis de la angustia contemporánea, grave problema psicológico actual, ahora veremos la posible superación de este problema mediante la filialidad.

La fuente de la filialidad es Dios mismo, quien nos inspira su solución: a) Por nuestras circunstancias del tiempo, b) Por el ser de nuestra estructura y la naturaleza de las cosas y c) Por la Sagrada Escritura.

El Teólogo José Kentenich nos dice: “Nuestra circunstancia actual nos muestra una gran angustia, y como Dios nos habla por las circunstancias que vivimos, él desea que venzamos esta angustia y nos pide una seria aspiración a la filialidad. Si leemos los libros, algo incomprensibles que analizan nuestro tiempo, estos son devorados por nuestra sociedad, porque todos nos vemos retratados en ellos”.

Por ejemplo, M. Heideger llama a la angustia ”susceptibilidad fundamental”, porque existe desde que existe “una culpa”. Y otros autores nos conducen a decir “sí” a todo lo que nos amenaza ese “destino ciego”.

Ahora ocurre que nosotros también queremos decir un sí, pero a la bondadosa voluntad de Dios padre.

Porque su amor para nosotros fue previsto desde la eternidad. Pero la sociedad actual está orgullosa de vivir: “Solo en y para este mundo”, que podríamos llamar “finitismo titánico”, y por eso procura el mayor bienestar posible en su “habitáculo”.

De esta forma, nosotros mismos, al despreciar nuestra inteligencia somos víctimas de la angustia. Veamos algunos tipos de angustia:

a) Angustia aparente: normalmente somos capaces de cualquier cosa, pero como también somos capaces de temer o intrigar algo, a eso le llamamos angustia, de lo que hemos hecho.

b) Angustia encubierta: es un sentimiento germinante, o sea, que teatralizamos alguna situación que nos da miedo, con una actitud muy diferente a la de cada uno.

c) Angustia declarada: está determinada por algún temor, por ejemplo, fenómenos naturales: rayos, fuego, incendios o fobias a algo o un lugar. Ejemplo, niños que desean dormir juntos para evitar sentir una tempestad, sacerdotes que le tienen fobia a algo, y que no son capaces de rezar ni tres aves marías o predicar desde un púlpito. Esto pasa a ser un tremendo problema personal.

d) Miedo a las enfermedades no epidemias: son escrupulosos con la salud. Ahora de hecho la angustia puede originar alguna enfermedad.

e) Miedo causado por problemas económicos: que aumenta la inflación, que no te alcanzará el sueldo o si perdiera su fortuna. A cualquiera le puede pasar, si se dedica al cálculo del costo de la vida.

f) Miedo a la vida: como si fueran olas del mar ¿Hacia dónde nos arrojará la vida en su desarrollo?

g) Miedo al mundo: el mundo se presenta como un monstruo con mil tentáculos que nos desea atrapar, desencadenando una angustia espantosa.

h) Miedo al demonio: como si el demonio nos tuviera agarrados por el cuello tratando de ahorcarnos. Pero también hay

i) Miedo a Dios: con cuanta amplitud se ha expandido este miedo en la religión Católica. Se predica un Dios ultra exigente.

j) Miedo a los animales: a las arañas, ratones, etc.

¿A cuál miedo de los explicados más arriba te adhieres tu? Porque también existen combinaciones de miedos. Sin embargo, el mejor remedio para vencer la angustia que recomendamos es una sencilla filialidad con Dios trino.

La angustia tiene una referencia psicológica con una limitación personal. Entonces debemos investigar las diferentes clases de limitaciones: a) Limitación corporal y b) Limitación espiritual. El ser humano está dotado de espíritu y alma. Estas dos partes se influyen mutuamente.

Una limitación corporal, en sentido amplio, por ejemplo, los pulmones y la laringe no actúan como debieran, entonces, se trata de un daño físico. Esta debilidad también puede causar una angustia.

Ahora bien, la fuente principal de la angustia es: a) Cierta limitación espiritual racional: el ser humano, en este caso no ve, ninguna relación entre lo físico y lo psíquico. Pero si comprendiéramos la sabiduría divina, mucha angustia desaparecería.

b) La limitación de mi personalidad: se trata de una especie de “ansia” de valer que pone nuestro yo como la medida de todas las cosas, o sea, “todo debe girar en torno mío”. Y al no ocurrir este fenómeno psíquico, me siento relegado a un rincón, temiendo no alcanzar suficiente prestigio.

Entonces, el ser humano debe desprenderse de su yo para pasar a ser posesión total de Dios, y esta es la filialidad. Si nos hacemos enteramente niños, ustedes verán cuan tranquila se siente nuestra alma, y de este modo se vence a un enorme paquete de angustias y complejos de inferioridad.

Un hombre que se libera de “sí mismo” y se entrega a Dios como un niño ha vencido al mundo. Entonces sería bueno que alguien nos ponga las cosas en su sitio, y así evitaríamos adorar nuestro propio yo.

c) Los límites vitales o de acción: ¿mi trabajo despierta en mi una suficiente fuerza creadora?, ¿Cuánta penuria y angustia se genera por esta limitación? Es muy importante el consejo de alguien con experiencia en el trabajo.

d) Limitación educacional: una educación estrecha puede ocasionar en el tiempo una psicosis de angustia y lo mismo sucede a la inversa.

e) Una marcada limitación religiosa: puede ocurrir que uno pueda tener una estrecha apreciación de quién es Dios, y quién soy yo, también puede ser que tenga un corto criterio sobre la ley de Dios.

¿Cuál de estas fuentes de angustia brota en ti con mayor frecuencia? Porque saberlo, origina en ti un sentimiento de tranquilidad o de lamentable situación al conocer tus limitaciones. Como sea, es importante descansar en Dios o tus limitaciones pasarán sobre ti.

¿Cómo podemos superar la angustia? La angustia se parece a un árbol que tiene varias ramificaciones.

Entonces, la angustia necesita una respuesta radical sencilla, casi con ingenuidad, la filialidad en un sentido religioso.

La angustia es una sensación de impotencia o de inferioridad frente a un gran poder u omnipotencia. Así, desde un lado, necesitamos reconocer nuestra impotencia, y por otro lado, necesitamos dejar nuestra persona en las manos de otro verdadero poder que es toda omnipotencia y bondad. Entonces, quien desee vencer la angustia no llegará a su meta sin la filialidad con una fe sencilla en el Padre celestial.

Lea también: La discapacidad, una mirada desde la postmodernidad

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