Este tema, visto en su justa dimensión rítmico-melódica, nos traslada a las características que definen el montuno, como es el contratiempo, es decir, el poder del sonido y la energía climática que permiten hacer unos solos en los arreglos. En este punto de partida, la belleza del son montuno es transmitida a todos los músicos del movimiento salsoso y, sobre todo, en lo que conocemos como la salsa dura.
Fueron el son montuno y el guaguancó los moldes musicales cubanos por seguir en el movimiento salsero. A pesar de todo, La Dimensión Latina, en este tema, varía tanto el estilo como el esquema original del montuno. Un cambio poco perceptible pero de gran valor musical.
Lo primero que detectamos en esta versión es que presenta secuencias entretejidas creadas por el bongó, la tumbadora y el bajo. En lo referente a la sección del piano y el bajo, se presenta al unísono.
Las características de este modelo y sus dos variantes envuelven las acentuaciones melódicas y rítmicas del estribillo cantado, y la parte de los pasos de baile que encuentran en los vientos metal un traslape de los trombones, aunado a la interpretación y en la voz potente en su máxima expresión de Andy Montañez.
Lo vigoroso en esta composición es la emoción inspiradora de Catalino “Tite” Curet Alonso, “La voz mayor de la salsa”, con un lenguaje polisémico bien estructurado pletórico de autenticidad y sin caer ni en el desplante ni en la demagogia, ni en la fanfarronería, ni en el estereotipo, manda al carajo a los demagogos politicastros de oficio con esta expresión “…Mi música no queda ni a la derecha ni a la izquierda. Queda en el centro de un tambor bien legal”.
Aquí, tal como ha sucedido en las tendencias anteriores, las intenciones y los enfoques son diversos y varía la intensidad y la contundencia del mensaje.
En un primer momento, Curet Alonso sintió que cantarle a la raza primitiva, a los viejos esclavos que llegaron a la región, era una manera de cantarle a su gente, a las comunidades que pueblan los barrios de las grandes ciudades, y que el entendió como prolongación directa de aquella primaria esclavitud, aquel primer canto esclavo que sonaba en los barracones de las plantaciones.
Fue el eco de un tambor el que le hizo olvidar tanto dolor y tanta amargura. Curet Alonso considera, en esta composición, a los tambores como elemento esencial en la elaboración musical; es decir, vuelve a sus ancestros y retoma la importancia del tambor en el continente africano ocupando planos protagónicos.
Curet Alonso toma el tambor y lo utiliza como medio para olvidar un pasado doloroso de su raza, de un amor tormentoso y toca de una forma implícita el tema de la liberación del negro, que a latigazos y escarnio imponía el colonizador. El tema es pues irreverente, nada conservador:
El eco de un tambor
El eco de un tambor
Fue el que me hizo olvidar
Sonó, sonó y sonó
Hasta que amaneció
Qué placer para mí
Olvidarme de ti
Sonando mi tambor
De nuevo soy feliz
Amor sin Carnaval
Carnaval sin amor
Pero que amanecer sin sol
Eso es tu corazón
Cuando pienses en mí
Te dolerá pensar
Que el eco de un tambor
Fue el que me hizo olvidar
(Montuno)
El eco de un tambor fue el que me hizo olvidar
Por último, el tambor que Curet Alonso describe en su letra es de sanación y libertad, el tambor se usa en esta composición como instrumento idóneo para el olvido de tanto dolor y tanta faena dura en el diario trasegar de la vida de los negros.
Entonces, recordé que el eco de un tambor me dio la oportunidad en un baile con Carmelina, la hija de yemayá, de inventar unos pasos horizontales y verticales hasta el amanecer, y la brisa matutina nos llevó hasta el Edén perdido con el vino y el sexo hasta la aurora.