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viernes, diciembre 6, 2024
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Mis primeros héroes

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Hurgando entre los gratos e inolvidables recuerdos del pasado, donde todos hemos sido protagonistas, en momentos y  en escenarios que dejaron una huella imborrable en nuestras vidas, nos encontramos con episodios que es preciso nunca olvidar. Todos en alguna etapa de ese discurrir,  hemos sentido admiración, amor, nostalgia y un  creciente entusiasmo por volver  a  recordar aquella época que compartimos y disfrutamos con nuestros primeros héroes, nuestros padres.

Aquellos héroes siempre los tuvimos cerca, se crecieron con nosotros y aún se mantienen en el recuerdo.  Siempre a nuestro lado guiaron como magistrales conductores la vida que hoy llevamos,  nos blindaron,  nos protegen con escudos  de cuidadoso amor, gozaron y sufrieron cuando recién comenzamos a gatear, y  casi enloquecieron de alegría  cuando dimos nuestros primeros pasos.  

Sobre sus robustos hombros, orgullosos nos exhibieron cual peculiar trofeo, era el fruto del amor al cual había que mostrar. Juntos y siempre tomados de la mano recorrimos calles, parques naturales, parques recreacionales y ferias, no habiendo lugar donde no me exhibieron. 

A medida que crecimos, el amor y el cuidado que eran bien correspondidos, también se hacían  grandes y vigorosos. Asombrados y perplejos quedaron al verme balbucear tartamudeando mis primeras palabras,  y la dicha los invadió cuando por vez  primera los llamé  pa …pá,  ma…má. ¡qué dicha!, ¡qué emoción más grande les deparé!  

Mientras crecía, muy pronto alcancé la pubertad, y mis padres, siempre prestos y solícitos cómo era costumbre entonces,  me alargaron los pantalones,  dejé los cortos y adopté los largos,  ya me consideraba un hombrecito.  

En las tardes solía compartir con mis padres una especie de velada, escuchaba música, y en tanto esto acontecía, observaba  a mi padre hojeando y leyendo algún libro, un momento ejemplarizante que perduraría toda mi vida,  pues tiempo después devoraría con  inusitada pasión cuanto libro caía en mis manos. 

De pronto, salí del regazo de mis padres e inicié  el tránsito hacia la escuela, ese sería mi segundo hogar.  Allí,  además de las enseñanzas recibidas, empecé a conocer y a comprender el valor y el significado de la amistad, me hice de amigos, los cuales visitaban mi casa y yo la de ellos. 

Nuevas emociones y sentimientos positivos comenzaron a llegar, me invadían y yo complacido los aceptaba. En  esa época un singular  sentimiento comenzaría a embargarme. Emocionado comencé a entonar el hermoso himno de la patria, sus estrofas me cautivaron y las aprendí  memorizándolas,  me sentí un ciudadano más de la patria amada.

 No transcurrirá mucho tiempo cuando al llegar al bachillerato el bagaje de amigos se enriquecería aún más esa otra pasión, la de hacer buenas amistades, terminaría por conformar una especie de hermandad por el mutuo apoyo y la  exaltación de los valores  y vivencias compartidas. 

Y aquí, aparecen de nuevo mis héroes, guiando y animando mis tendencias y aspiraciones hacia la búsqueda de una profesión que colmara mis expectativas. Ellos, constituyeron  un crucial y singular baluarte en cada una de las etapas de mi vida, al proporcionarme  una relación afectuosa,  sostenida  e  incondicional. 

Crecimos siguiendo sus enseñanzas adoptando como norma de vida el respeto. Ellos fueron  los principales proveedores de salud del cuerpo, del alma y del espíritu. Tuvimos padres comprometidos y afectuosos que elevaron nuestra autoestima desarrollando habilidades sociales al apoyarnos e impulsarnos hacia un mejor desempeño social. 

 Ellos nos  infundieron con su excepcional ejemplo valores de honestidad, comprensión, confiabilidad, generosidad, cortesía, justicia  y respeto por uno mismo y por los demás. Nuestros héroes desempeñaron con excepcional singularidad el mejor trabajo del mundo, y a la vez él es más difícil

He aquí reflejadas todas las vivencias, todos  los acontecimientos fraternales del amor profundo que han rodeado, de una u otra forma, la vida que llevamos.  ¡Loas a  estos singulares héroes!

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