Durante mi lejana y hermosa infancia, existía en nuestro Guama un equipo de beisbol con el que nos identificamos y a la vez era nuestro orgullo como pueblo. El nombre de ese equipo era “Sandino”.
Hacíamos lo imposible para verlo jugar en los distintos campos deportivos, y sin exagerar siempre regresábamos dichosos, satisfechos y estimulados, pues tal equipo normalmente salía ganador en los juegos en que participaba.
Sus integrantes, eran modelos a seguir por la muchachada que para aquel entonces era parte de su fanaticada. No voy a mencionar nombres de estos creadores de victorias y esperanzas para no pecar de injusto, por el involuntario olvido de uno de ellos, pero debo afirmar que eran buenos y disciplinados.
Realizada esa salvedad, debo violarla parcialmente por un inesperado suceso que desde hace pocas horas invade de tristeza la guameñanidad. Este suceso lo constituye el fallecimiento de Hugo Calvette, el eterno pitcher del Sandino.
Hugo era un muchacho común de Guama. Deportista nato que comenzó en aquellas llamadas caimaneras, en las que era normal la participación de la muchachada. Estás no tenían entrenadores, y solo entre los participantes se respetaba un mínimo de normas. Apenas se tenía una meta presente que estimulaba a los participantes: ¡Ganar el juego de beisbol!
Durante la celebración de un juego en Chivacoa, uno de los equipos participantes era el Sandino. Aquel juego se perdía, el pitcheo del Sandino era deficiente y las esperanzas de triunfo se desvanecían.
El mánager del equipo, Elbano Miralles, desde un rincón al oeste de la primera base se quitaba la cachucha, se sobaba aquella cabeza calva llena de preocupaciones que se negaba a darse por vencida y conservadora de un caudal de esperanzas. Ante aquella triste realidad, al terminar un inning, un joven tímido, delgado, de buena estatura y que tenía poco tiempo como integrante del equipo, se acerca al señor Miralles y le solicita una oportunidad para ser el lanzador del equipo. El mánager duda, y después de un corto diálogo con el aspirante novato, accede a probar suerte y, lo ubica como pitcher del Sandino.
Hugo, emocionado, comienza el pitcheo, y a medida que avanza el juego se abren nuevas expectativas y los números comienzan a ganar terreno a favor del Sandino, gracias a este principiante.
La intervención de este novato abre nuevas esperanzas, y es tal su rendimiento que el juego termina a favor de Sandino.
Ese fue el debut de este pitcher, y posteriormente vinieron nuevas victorias y, por supuesto, Sandino quedó triunfante.
Transcurre el tiempo y nuestro jugador cada día resultaba ser un pitcher de primera. Su fama recorrió el estado y luego todo el territorio nacional. Se habló de un posible paso al beisbol profesional.
Tal circunstancia no ocurrió, y Hugo siguió jugando beisbol y, posteriormente, aquella institución llamada Instituto Nacional de Deportes, encargada del deporte en Venezuela, ve buena madera en Hugo y lo designa entrenador deportivo, y así este cumple una positiva labor hasta que es jubilado, y lleno de buen prestigio se queda en su Guama, dedicado a sus hijos y nietos, quienes también son destacados deportistas y hoy llenan de gloria nuestro panorama deportivo.
Toda esta reseña la realizamos en honor a este héroe silencioso y digno, quienes en su valiosa vida conocimos con el nombre de Hugo Calvette, orgullo del deporte guameño, yaracuyano y nacional. Paz a sus restos.