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martes, diciembre 3, 2024
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La voluntad de Dios

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Si observamos la historia del ser humano, veremos que desde las civilizaciones más antiguas ha existido siempre una gran preocupación por el trabajo, la economía, la familia y la vida social, en suma les ha preocupado el control de la sociedad en todos sus países.

Esta actitud ha sido muy estricta, la cual ha terminado en revoluciones violentas o guerras entre países que antes se habían entendido bien, pero, posteriormente han llegado incluso a cambiar la geografía de los que se enfrentaron, los cuales fueron gobernados por líderes con posturas políticas muy diferentes, quienes finalmente generaron países o imperios muy poderosos, pero también muy enormemente crueles, por ejemplo, el Imperio Romano, inventó la cruz; y después la Revolución Francesa usó la guillotina para matar más rápido a más gente.

San Marcos nos relata que en una oportunidad la santísima Virgen María, con unos parientes de ella, fue a la casa donde estaba Jesús hablando a un grupo muy grande de personas, y no pudo entrar, entonces ella le pidió desde afuera a los más cercanos que le avisaran a Jesús que su madre y sus parientes estaban ahí.

Entonces, Jesús preguntó al que lo solicitaba: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y extendiendo su mano hacia sus discípulos dijo: ¡Todo el que cumpla la voluntad de mi padre, que está en los cielos, es mi hermano y mi madre!

Obviamente que Santa María estuvo unida física e íntimamente a Jesús, desde que aceptó el mensaje del ángel, pero también experimentó una maternidad espiritual, difícil de comprender para nosotros.

San Agustín nos dice: “De poco habría servido a Santa María la maternidad corporal”, y agregó: “Si no hubiese concebido primero a Cristo, de manera dichosa, en su corazón y solo después en su cuerpo”.

Santa María es madre de Jesús al concebirlo en su seno, al cuidarlo, alimentarlo, y como toda madre con su hijo protegerlo. Pero Jesús vino a formar la gran familia de los hijos de Dios, y con gusto también incluyó a su madre María, porque ella hizo la voluntad de su padre y fue la primera persona en escuchar la palabra del Padre y cumplirla en plenitud.

Nosotros debemos sentir una gran alegría de pertenecer a la familia de Jesús, en tanto que cumplamos la voluntad divina.

Entonces, el cristiano debe decir como su maestro: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado, aunque deba sacrificar los sentimientos naturales de su familia humana”.

Santo Tomás explicó la declaración de Jesús, que antepuso el vínculo de la gracia ante el orden familiar y dijo: “Jesús tenía una generación eterna y otra temporal, y antepuso la eterna a la temporal, porque todo el que hace la voluntad divina es hermano y semejante a Jesús, quien hizo siempre la voluntad de su padre”.

Aparece aquí entonces una consecuencia de la vocación cristiana, pertenecer a la misma familia de Dios. Vale decir, estar unidos a él, mediante unos lazos muy fuertes, en el cumplimiento de la voluntad divina en todas las cosas, ojo: esto consiste el ideal al que debemos aspirar: “ver la forma de identificar nuestro querer con el de Cristo”. Que no es otra cosa que una llave maravillosa para abrir la puerta para entrar al reino de los cielos”.

Lamentablemente existe actitud en quienes ven con resignación y tristeza la tarea redentora de Jesús, pero él ama ardientemente la voluntad de su padre Dios, y nos los hizo saber muchas veces, porque es el camino que nos conduce al cielo.

Santa Catalina de Siena interpreta las palabras de Señor así: “Mi voluntad no quiere más que vuestro bien. Y cuando doy o permito algo, lo permito o doy para que consigáis vuestro fin para el que ustedes fueron creados”. Él solo desea nuestro bien.

Ahora veamos ¿Cuál es la voluntad de Dios? Dios nos manifiesta su voluntad a través de sus mandamientos, que son expresión de todas las obligaciones y es la norma práctica para que nuestra conducta esté dirigida a Dios.
Cuanto más fielmente los cumplamos, tanto mejor amaremos lo que él quiere. Dios también se manifiesta a través de consejos, indicaciones y mandamientos de nuestra madre Iglesia, que nos ayudan a cumplir los mandamientos de la ley de Dios. Y también podemos agregar que los consejos recibidos en la dirección espiritual.

Para terminar esta meditación, en la oración de hoy podemos examinarnos, si deseamos cumplir siempre lo que Dios quiere de nosotros. En lo grande, en lo pequeño, en lo que es grato y en lo que nos desagrada, pidiendo a nuestra Madre Tres Veces Admirable que nos enseñe a amar esta santa voluntad en todos los acontecimientos, incluyendo aquellos que no entendemos o que nos cuesta interpretar adecuadamente, y así seremos parte de la familia de Jesús.

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