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jueves, octubre 10, 2024
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La enfermedad del odio

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Iba a referirme al exilio de Edmundo, por la actualidad del tema, el interés que despierta y las emociones y sentimientos que genera en los venezolanos. Pero este último aspecto, el de la afectividad, terminó por llamar más mi atención, pues, aunque siempre ha estado presente en nuestra política, en los últimos tiempos ha alcanzado un grado elevado, que nos lleva a enfrentarnos mucho más allá de lo que se esperaría en condiciones rutinarias, en cualquier parte del mundo. Quizás es en los últimos 25 años, el combate político fue asumido por sus protagonistas como la aniquilación del contrario, lo que crea, en cada desenlace, situaciones políticas de vida o muerte, que en el pasado nunca llegaron a involucrar a toda la sociedad. Durante la lucha armada, en los sesenta, pese a que la gente se jugaba de verdad la vida, nunca se experimentó el grado de odio y animadversión que se siente hoy. Para mí, esto es de lamentar, pues es signo de una sociedad enferma.

Pareciera que la sustitución de un grupo político, el hegemónico en la mal llamada cuarta república, por otro, el aglutinado alrededor de Hugo Chávez Frías, en la también mal llamada quinta república, ha tenido una importancia mayúscula, sin que haya representado ningún tipo de cambio del modelo económico político del país, ni de la composición social de la población, que lleva a unos venezolanos a considerar enemigos a compatriotas, con quienes las diferencias de status prácticamente no existen en la realidad. ¿Qué puede separar a dos profesionales universitarios, por ejemplo, igualmente empobrecidos hoy, como para que se odien y sean incapaces de conversar y entenderse? Y la misma pregunta podríamos hacerla con dos obreros o empresarios. ¿Acaso el modelo económico capitalista cambió a otro no descrito hasta ahora por nadie? ¿Acaso las clases sociales actuales son diferentes de las de finales del siglo pasado? ¿Los productores campesinos gochos, que venden hoy en las calles, son distintos de los de 1990?

En Venezuela no ha habido ninguna revolución. Nada como la revolución francesa del siglo XVIII, ni como la bolchevique de 1917 en Rusia. Ni siquiera como la cubana de 1959. ¿Cuál fue el cambio económico en el país a partir de 1999? ¿El exprópiese de Chávez, que destruyó, pero no construyó nada que lo sustituyera? ¿No siguió siendo el petróleo y su venta como combustible fósil el ingreso fundamental del país? ¿No continuó PDVSA, fundada por adecos y copeyanos, como la principal empresa nacional? ¿No siguieron como antes la CVG, EDELCA y la CANTV? Cambiaron de administradores; los actuales mucho menos eficientes y mucho más corruptos que los anteriores, pero esos no son ningunos cambios revolucionarios. ¿En qué se diferencian los boliburgueses de los burgueses emergentes cuando Carlos Andrés Pérez? Los apellidos, citados frecuentemente por Maduro: ¿Acaso abandonaron Fedecámaras o siguen allí, negocian con el Gobierno y tienen a Delcy en muy buen concepto?

Y el cambio político se restringió a la sustitución de un grupo de personas por otro en el manejo del Estado. Los poderes públicos siguieron siendo los mismos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, al que agregaron el Electoral, que ya existía y casi con el mismo nombre e idénticas funciones. A la Fiscalía y la Contraloría, que también existían, le añadieron al defensor del pueblo, copiado de legislaciones de otros países, y lo llamaron Poder Moral, que de moral tiene muy poco. Si eso es una revolución, habrá que revisar esta categoría, pues la bolivariana no cumple con lo fundamental de la misma. Ni siquiera han asumido cabalmente lo que ordena la Constitución sobre la proporcionalidad del voto, que sí hubiera sido un cambio de carácter cualitativo importante. Incluso se regresó a un centralismo que había comenzado a ceder espacios a las regiones y, se llevó al país a un presidencialismo muchísimo mayor que el anterior, cambios que en todo caso son hacia atrás y muy conservadores y, por tanto, contrarios a lo que debe ser una revolución.

Ah… No faltarán los ingenuos o los mercenarios que recurrirán al supuesto antiimperialismo del gobierno, como elemento definitorio de una gran diferencia con los pro gringos del pasado. Unos anti imperialistas muy particulares, pues lejos de independizarnos del imperio mayor, nos han hecho mucho más dependientes y subyugados que antes. Hoy, es EEUU quien decide cuánto petróleo se vende, a quien se le vende, a qué precio se vende y con quien se contrata la explotación y el comercio del crudo. Teníamos más independencia con Juan Vicente Gómez. Pero el enfrentamiento gobierno/oposición hoy es mucho mayor que en el pasado, como consecuencia del manejo del escenario político de sus protagonistas, unos con el propósito de mantenerse y otros de volver a gobernar. Acordaron tácitamente que ésta era la mejor forma de repartirse las riquezas venezolanas, mientras el pueblo languidece de hambre, insalubridad, ignorancia, enfermedades, ausencia de todos los servicios básicos, inseguridad y miedo. Pobre Venezuela.

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