Obliga la difícil y bien compleja situación política, económica, social y hasta militar del país, a pensar en profundidad qué hacer en el futuro inmediato con nuestro diario vivir familiar. Hay sobradas y lógicas razones para entender y comprender, que de las muchas o pocas opciones que tengamos, está en unir ideas para el análisis del plan a concebir. Entre otras opciones, la de mayor perspectiva, está el irse de nuestro querido país.
Sin embargo, irse del país no es plan de viaje a disfrutar a una playa o viaje de turismo. Lo primero en pensar con mucha preocupación y dolor es: -¿Podré irme solo o con mi familia? ¿Dónde ir? ¿En qué país tengo algún familiar o buen amigo? ¿Tengo recursos económicos para emprender el viaje?
Largos ratos de análisis debe ocupar este plan de vuelo. Nada fácil es luchar con nuestros propios sentimientos al decidir dejar atrás dónde hemos nacido, criado, enamorado y formalizado nuestra familia. Es como dejar atrás nuestro propio modo de ser.
Lo que nos llena de mayor preocupación -hasta nos embarga de temor y terror- es pasearnos por las ideas:
-¿Podré volver? ¿Cómo me irá? ¿Si me voy solo, qué será de mi familia? ¿Y, de no poder viajar, qué hacer en este desolado país donde vivimos en un silencio preocupante lleno de tensión día a día; dónde no se vislumbra ni paz, ni convivencia, mucho menos expectativa por una mejor vida socioeconómica?
¿Será imposible que quiénes tienen en sus manos el destino político de la Venezuela que decimos que amamos tanto, puedan deponer sus ansiedades y egos de poder, y puedan pensar en estas nuestras gentes humildes? ¡Vaya usted a saber..!