Ante Dios me confieso con esmero, que en vez de poner una torta, lo que pongo es un tortero, exhibiéndome en las calles, como todo pantallero, piropeando a todas la damas sin poder y sin dinero, me cuesta reconocer que ya soy un pobre viejo, como carro sin gasolina, caja, motor y sin freno, dándomela de galán utilizando un sombrero, cosa que ya no me luce pretender ser ganadero, mostrándome como hacendado y no llego ni a conuquero.
El que nos juzga a todos está mirando en el cielo, le guardo dentro del alma temor, cariño y respeto, de todo este comentario otro es el propietario, parecido en lo más mínimo a este amigo y servidor “El Chingoreto”, antes de despedirnos, algo más me comentó y fue para referirse al trabajo de Pedro Vargas, cuando fue un conductor nos decían los mejores a él y a este servidor.
Para mi amigo Pedro Vargas, aprovecho la ocasión y le envío mi saludo, con respeto y admiración utilizamos la empatía, en cuanto al trato a la gente de afuera y de nuestra región, nos citaban como referencia y fue la mejor premiación, para dos grandes amigos recordando en un rincón, pero aún nos queda vida gracias a nuestro patrón.
Ya se cumplió mi deseo de reseñar con orgullo a este carismático personaje, quien también fue deportista, de grata recordación, compitió en el ciclismo, ya que era un pasión por la Av. Ravell, subía y como taxista no tenía contendor con buen trato, siempre alegre, con su cualidad de cantor.
Nunca llegó a ser rechazado este apreciado señor, nadie lo puede negar que como amigo fue mejor, hoy grito a los cuatro aires dentro de esta opinión, que en vida es que vale todo, no es dentro del cajón, para mi amigo es mi deseo, que Dios le dé protección, por mi parte complacido por esta justa mención.
Que bueno es decir las cosas claras tal cual como son, ante mi Dios me confieso con esmero, que en vez de poner una torta, lo que pongo es un tortero. Esta Teolindo Castillo, recordado panadero, hasta los años setenta era el mejor repostero, eran sus conservas, cantinollora y catalinas, y el gancho su tortero con ajonjolí por encima.
Con un sabor delicioso solo una locha costaban, que inolvidable recuerdo, tenía un camioncito azul del año cuarenta y ocho el modelo, repartía su granjería en San Felipe y a otros pueblos de su panadería La Estrella, famosa como la Sucreña, que nació en el pueblo guameño, y don José María Sequera colocó todo su empeño para traerla a San Felipe, y como un gigante fue creciendo, todavía se mantiene con los descendientes de su fundador como dueños Cecilia Sequera de Ramírez, “Chente” hijo y otros que se extraviaron de mi mente, de ese mismo semillero.
En la esquina 12 con siete, un famoso bodeguero Manuel Esteban Quiroga, nombrarlo es un honor, se portó muy bien conmigo cuando mi edad de pichón frecuentaba esos negocios, y lo digo por ser sincero que desde que me conozco siempre he sido un gran chuchero, dígame en la Independencia a que la señora Gero, frente al grupo escolar que deliciosas conservas, el gofio y el turrón del San Felipe de ayer.
No tiene comparación época de Julio “Tota”, el señor Nicasio Mena, Pedro Brito y “Titimón”, sonaba el bar Cocorote y el famoso bar Avión, y esas rockolas con rancheras a millón, existían muy pocos carros y muy poca edificación, pero si les aseguro fue toda una ensoñación, cuando el conjunto Añoranza brindaba su ejecución y tenía para todos una canción.