
Tiene su gracia, alegría, vida, bullicio; tiene su atractivo especial y tiene mucho más que tantas cosas; solo que nos envolvemos en un disfraz y nos encubrimos detrás de una máscara.
Es como si nos escondiéramos para demostrar nuestra felicidad. Y en efecto, lo demostramos porque de eso se trata, somos felices; solo que nos hundimos en lo más profundo de nuestra interioridad para encontrar la dimensión espiritual que permanece oculta. Por eso usamos máscaras y disfraces como una forma de acentuar la situación oculta que está allí y que convive con nosotros.
Sí. Nos hemos ocultado, como la heroína de Purim, la reina Ester, quien atenta a la señal del Creador cuando le dice a Israel: “Yo ciertamente esconderé mi rostro de ti” (Deut: 31.18), se ocultó para engañar a Hamán (primer ministro de la antigua persa) enemigo hereditario del pueblo judío y así alcanzar la salvación de forma tranquila, secreta y oculta.
Todo esto es un “deber ser” en el que decanta Chivacoa que, desde hace ya, varios años se graduó de Carnaval. Pero, ojo, hay que tener sumo cuidado porque el enemigo, en estos tiempos también aprendió a ocultarse para seguir engañando. ¡Ay! latente está la amenaza de vivir en lo adelante, de engaño en engaño.
Nos estamos lanzando al despeñadero ante tanta confusión, vemos en la medida en que pasan los años una desviación de eventos que señalan el acercamiento del caos y la destrucción. Por lo menos la inmoralidad ya cobra fuerzas. La sociedad la está percibiendo como algo normal.
No tergiversemos el ocultamiento del rostro de Dios, en estos tiempos o en los venideros de Carnaval. Hamán siempre estará pendiente de nosotros. Seamos más inteligentes, actuemos con inteligencia.
La historia está llena de ocultamientos inteligentes, de ocultamientos del rostro de Dios: la matriarca Raquel, madre de Yosef al ser sustituida por su hermana Lea en el casamiento con Yaakov ocultó su desilusión, no lloró ni protestó por la injusticia. Puso a Dios por delante. Yosef ocultó a sus hermanos, sus cualidades esenciales de grandeza y santidad; también lo hizo ante Potifar al santificar en nombre de Dios en privado y a escondidas.
Saúl, al no sentirse merecedor de la realeza de Israel, se escondió entre las vasijas cuando lo buscaban para que se convirtiera en rey. Ester y Mordejai hicieron lo mismo al hacer su trabajo de salvación.
Lo que es Chivacoa con sus Carnavales Turísticos no lo podemos perder por el albedrío de sodomitas y gomorritas y de aquellos que lo han permitido. No nos lamentemos por las posibles ocurrencias de casualidades, eventos fortuitos y coincidencias: el rol de Dios está oculto, su mano es invisible. Divirtámonos de forma feliz, eso sí, procuremos estar en el lugar correcto para que el manto del Creador nos arrope.
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