Haciendo analogía con ese nuevo término, la posverdad, -que es la distorsión deliberada de la realidad, sus eventos y contextos, con el fin de influir en la opinión pública o las masas-, diríamos que el “posfeminismo” viene a ser la deformación del sentido esencial del feminismo, tal vez sin fines malsanos (podría ser por ignorancia); tal vez con fines predeterminados, como los lobbies, el financiamiento y el burocratismo a su alrededor. Como una tendencia mundial, vemos que esta variación en efecto del feminismo, resulta indefendible y contradictoria, además, insostenible en sus propias cifras y hechos. ¿Requiere la mujer de algunos mecanismos que no menoscaben sus derechos? Podría ser, y, sería motivo de debate si ese menoscabo se resuelve con letras muertas (esas legislaciones inútiles, pero rimbombantes), o, con acciones más simples, sin embargo, puntuales y efectivas.
En Argentina fue eliminado el ministerio de la mujer e igualdad, iniciativa que también existe en otros países. Curiosamente, desde la creación de esa entidad, la violencia contra la mujer no solo no disminuyó, sino que tuvo incrementos alarmantes. Parte de las políticas de acción de esa entelequia, era fomentar charlas contra el patriarcado, forzar cuotas de inclusión en instituciones en donde no debe privar sino el criterio de aprobación de los protocolos de escogencia, o, hablar de la violencia contra la mujer, pero en el Siglo XIX.
En una provincia de ese país, un gobernador tuvo un enorme acto de gestión en favor de la mujer, y en lo cual se invirtió una escandalosa cantidad de dinero; tal acción, fue nada más y nada menos, que colocar bancos (asientos) rojos en prevención de la violencia contra la mujer. Vaya uno a saber si al sentarse la mujer allí, se imponía sobre ella un manto de invulnerabilidad, pero no creo que eso sea una política. Al final de la historia, el ministerio burocrático fue eliminado, y, curiosamente, la violencia contra la mujer ha disminuido, no por la eliminación misma, sino por la aplicación severa de la legalidad pre existente. Como guinda de este pastel, Alberto Fernández, ex presidente de Argentina y creador de ese extinto ministerio, hoy posee un proceso judicial por violentar sistemáticamente la integridad de su pareja.
En España, ni hablar de la llamada “ley sí, es sí”, llevada adelante por la ex ministra de la mujer e igualdad de género, Irene Montero, que terminó en el desastre de más de mil condenados por delitos sexuales liberados, ya que la pésima conceptualización del instrumento y la poca claridad de sus conceptos, llevaron a la reducción de penas por tales agresiones. Con toda y su pretendida vanguardia al respecto, España exhibe unos deshonrosos números de violencia contra la mujer de los cuales nadie desea hablar.
Pero vamos a algunas precisiones sobre la pretendida y utópica igualdad. Partiendo de un precepto básico, toda ley que promueva igualdad, más allá de la universalidad ante la ley misma, terminará siendo un privilegio. Es falso, estadísticamente hablando, que la mujer obtenga menos ingresos por el mismo trabajo que el hombre. Si esto fuese cierto, en muchas empresas, por cuestiones de economía, solo encontraríamos mujeres trabajadoras y no hombres. Pongamos por ejemplo un banco, ¿alguien puede asegurar que un agente de atención al cliente gana más que una agente?
Una de las cosas que debe separarse de cualquier interés en la defensa del derecho de la mujer, en general, es definitivamente la bandera proselitista. Además, hay que clarificar y estandarizar varios conceptos que están muy mal empleados como el propio de violencia contra la mujer, o, el mismo de feminicidio, que, si bien existen y deben ser erradicados, su noción parte de premisas falsas, lo cual crea distorsiones en cualquier política a implementar para combatirlos.
¿Cuál sería el concepto de feminicidio?, ¿el asesinato de una mujer? No solo eso. Para que el concepto sea realmente válido, el delito contra la vida de la mujer debe producirse por su propia condición, es decir, por ser mujer; o, porque el delincuente además debe cumplir con la condición de misógino, y el hecho, producirse en el contexto de aversión extrema hacia la fémina. ¿Por qué las políticas para reducir los mal conceptualizados feminicidios no son efectivas en ningún lugar del mundo, porque precisamente se condicionan a una premisa falsa, que la muerte de la mujer se produce por su sexo y no por razones que van, desde la delincuencia común, hasta la más repetida en las estadísticas, la violencia intra familiar o doméstica. Así, podemos deducir que la violencia contra la mujer depende también de una premisa que debe ser válida, que el acto se produzca por su condición de sexo y no por otra cosa.
En Barcelona, en tiempos recientes, se hizo viral un video de una estación del metro en donde un hombre iba corriendo por los andenes golpeando a toda mujer que encontrara en su camino, ejemplo perfecto de lo anterior. Un sistema de justicia, partiendo de deducciones racionales y válidas, debe procurar combatir la violencia o atacar los crímenes, sin distingo de ningún sexo o condición, aunque debe haber mecanismos especiales para la singularidad.
La búsqueda de la igualdad parece una quimera cuando se pretende desde aristas que van reñidas con la universalidad del ser. La igualdad posible y esperada es la universalidad ante la ley, en la que todos debemos ser iguales, salvo excepciones que vienen a encuadrarse en la variable de la justicia que propuso Inmanuel Kant, que sostiene que en aquellos que por su condición no puedan igualarse al universo social (niños, ancianos, discapacitados, entre otros) debe existir una respuesta legal que equipare esa natural desigualdad. No es lo mismo que colocar cuotas de participación por el simple hecho de tener un sexo, o, calificar un delito como válido por el simple hecho de ser denunciado por alguien con un fuero especial. Y esto viene a ser sostenido en el propio espíritu de la ley, porque la alteración en este sentido, vulneraría, por ejemplo, la presunción de inocencia, o, el debido proceso.
La verdadera causa del incremento de casos de violencia contra la mujer podría tener su origen, no en debilidades jurídicas, sino en la débil aplicación de la legalidad ya existente. La referencia al respecto, habla de mujeres víctimas de violencia que habían invocado la protección de la ley, pero fueron desatendidas. Siempre voy a sostener que todo aquel que, teniendo la obligación de aplicar la ley; por omisión, por impericia o por burocratismo, haya permitido la concurrencia de un daño a un tercero, debe tener una pena.
Veo acciones como las que aplica, por ejemplo, el Instituto para la Mujer del municipio Independencia, formando y dotando a las mujeres de herramientas para su desarrollo integral, su prosperidad y su fortaleza como ser productivo. Eso hace más por las mujeres que charlas contra el patriarcado, teoremas anacrónicos de explotación, y, debates sobre realidades ya superadas. Darle más dignidad a la mujer es hacer que el posfeminismo no la presente como un ser que solo puede trabajar si se establece una cuota, que se defina frente a la realidad de la prostitución digital como Only Fans y lo deje de llamar “empoderamiento y libertad”, que ataque la explotación comercial de la mujer, o, que no promueva la guerra de los sexos, y con ello no me refiero al terrible reality show de la TV. Además, eso de que “la mujer no nace, se hace”, como que contradice dos letras que son categóricas: XX.
Es necesario un debate esencial sobre la realidad del feminismo, pero no encuadrado en una secta, como luce ahora.
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