La migración venezolana tiene particularidades que proponen un estudio y análisis exhaustivo sobre las motivaciones esenciales de la misma. Si bien, en la primera parte de esta entrega hablamos del fenómeno global, en específico, Venezuela posee un incidente que reviste especial observación antes de poner etiquetas de uso común, o, hacer comparaciones de similar valor numérico. ¿Este evento determinó una futura migración ilusoria?, ¿Fue el proceso en cuestión una falla de percepción?, no lo sé. No obstante, insisto en que las motivaciones personales deben ser respetadas y no proclives a la discusión. No cuestiono a quien está en el país, como no cuestiono a quien se fue.
En los años de la bonanza petrolera reciente, y, tomo para ello el período entre el año 2007 hasta el 2012, Venezuela vivió una atipicidad geo-social. Por los terribles planteamientos en materia cambiaria, prácticamente el Gobierno nacional, regaló viajes a cada venezolano. Existió, en un momento determinado, la posibilidad de obtener dólares, muy por debajo del cambio real, con montos que llegaron hasta los $ 8.000 en algunos casos. Se asignaban de forma anual y directa a través de tarjetas de crédito, con lo que se hizo un negocio para muchos que vieron una oportunidad muy simple. La cosa era asignar tarjetas de crédito a todo el que se pudiera, y, tramitar la asignación de dólares.
Se llegó a hacer toda la tramitación por terceros, hasta el punto de adquirir pasajes, pagar estadía con todas las comidas, y comenzó una fiesta de despilfarro de los dólares nacionales en todos los destinos turísticos posibles, con el corolario de que mientras más lejos, Europa o Asia, la asignación de dólares era mayor. El negocio fue “pasear” a todos con gastos pagos, mientras el operador pasaba la tarjeta del viajero en un lugar donde le entregaban los dólares en efectivo, ya que el costo de viaje y estadía, era mucho menor al monto asignado. Se armó toda una estructura que permitió tal descontrol, y, permitió a muchos, conocer un mundo que solo existía en postales.
De esta manera, muchos conocieron destinos que jamás imaginaron, y, al cerrar este chorro, de esa infraestructura, nació otra, los promotores de migración, personeros que promovieron la movilización a destinos otrora turísticos, ahora con visos de necesidad, en una gran operación mediática. Pero a muchos, les ocurrió tal como el consabido chiste, que habla del alma del fallecido al que se le permitió, -porque ya entendía conocer el cielo-, conocer el infierno a manera de tour probatorio, y fue recibido con mujeres exóticas, exquisiteces, escocés de 18 años, y, todo tipo de atracciones, por lo cual, finalmente decide instalarse. Sin embargo, cuando regresa a formalizar su estadía, es enviado a una paila de azufre hirviente, y, contrariado, increpa al diablo por el engaño, a lo que éste responde: “Es que una cosa es turista, y, otra cosa es migrante”.
Los chistes son una manera de mirar las realidades. Podríamos deducir que la migración venezolana es una singularidad entre procesos de tal naturaleza, pero con esta condición, y en una medida desconocida, ¿no tenemos una alteración, un ruido, una distorsión, en el desarrollo del proceso mismo?
Mas, no todos los migrantes venezolanos, hicieron la prueba turística de sus destinos. Causas tan reales, como la pérdida del ingreso, depreciación del trabajo, estancamiento económico, detrimento de la educación, imposibilidad de un plan de desarrollo en el corto y mediano plazo, sobre todo en los jóvenes, son las causas principales del proceso de desplazamiento a gran escala que hemos vivido. En lo político, para la oposición, la migración es una bandera manoseada; para el oficialismo, una contradicción negada. Para todos los venezolanos, un terrible calvario.