Piensa con el cerebro y con sus fosas nasales distendidas y sus labios comprimidos, con cada músculo de su espalda, brazos y piernas, con su cuello apretado y los dedos de sus pies separados, esas son las señas que distinguen a “El Pensador”, la famosa estatua esculpida por Rodin, el escultor francés, y la cual ha sido replicada muchas veces.
Hoy, hacemos alusión a esta grandiosa obra por el significado que ella guarda con el comportamiento humano , y que quizás alguna vez has visto fugazmente en películas. Ese estado contemplativo tan hábilmente logrado nos permite explorar nuestras experiencias, cuestionar suposiciones y obtener una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
Por lo general, recurrimos a la meditación y la reflexión cuando el interés, la angustia y la preocupación nos invaden al no saber qué ocurrirá y cómo se desarrollarán las cosas, para despejar nuestras dudas, al orientarnos en la búsqueda de soluciones y así crecer como personas, transformándose en una especie de bálsamo para aquel que padece, teme padecer o teme.
Vivimos en un constante y agitado cambio por cuenta de las vicisitudes que enfrentamos a diario en permanente evolución, sumidos por el rigor de los tiempos en una rutina estresante que a veces exacerba nuestras emociones y sentimientos viendo como el tiempo se nos escapa tratando de retenerlo a más no poder.
Esto nos ayuda a pensar en profundidad que el raudo paso de los años estimula nuestras capacidades para entender qué es la vida que llevamos, quiénes somos y quiénes si nos lo proponemos podemos llegar a ser, y todo por cuenta de la reflexión que nos permite valorar la vida.
En esos instantes únicos, por la espontaneidad con que se hacen presentes para animarnos en momentos difíciles, recurrimos a la meditación y reflexión antes de proceder o asumir decisiones cruciales, y son cruciales porque fomentan la autoconciencia, la creatividad, la paciencia, la longevidad y una mejor conexión con el presente y con los demás, por lo cual su práctica, además de saludable, rinde beneficios.
Esos momentos de singular y saludable éxtasis, nos ayudan a calmar la mente, a tener una mayor perspectiva de los problemas y aumentar el bienestar general y la calidad de vida. Lo hacemos a menudo, al dar un paseo, cuando visitamos parques, cuando vas en autobús, cuando acudes a los templos a orar.
Se ha practicado por miles de años, ha sido cuál oráculo en la toma de las grandes decisiones, utilizado antes para alcanzar la comprensión de lo sagrado en los templos, y en la actualidad a manera de un refugio mental para lograr la relajación y disminuir el estrés.
Por lo tanto, antes de tomar una decisión debes pensar en ti, en clasificar y priorizar algunas de tus necesidades, y valorar tus pensamientos. Siempre será oportuno concederle valor al tiempo, ya que el mismo actúa como un gran orientador y a la vez como un gran sanador de heridas.
Te has comprometido a estar contigo, y cuando lo hagas, inténtalo cómodamente en un lugar tranquilo y, como dicen, lejos del mundanal ruido, sobrellevando con acentuado estoicismo los rigores de la vida y saboreando las mieses de los triunfos, y al hacerlo recibirás muchas bendiciones que a veces llegan disfrazados.
En aras de mantener una mente abierta, hay que reflexionar sobre la tolerancia ante las diferencias y mantener así la paz y la armonía y, al terminar el día, validar lo acontecido preguntándonos: ¿Qué logré hoy?, ¿Logré mis objetivos o me alejé de ellos?, ¿Qué puedo hacer mañana para ser más productivo o efectivo?
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