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jueves, diciembre 11, 2025
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William López…Concierto navideño

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Cinco de la tarde del jueves 27 de noviembre del inevitable 2025. Salgo con mi familia a presenciar un concierto navideño que ofrecerá la Orquesta Simón Díaz en la ciudad de Caracas. Tráfico lento en la autopista. Vamos rumbo al centro. Avanzamos, cruzamos a la derecha a la altura del Teresa Carreño, seguimos y nos detenemos frente a una moderna y hermosa construcción ubicada entre el Colegio de Ingenieros y una iglesia oriental.

Ingresamos al moderno e imponente edificio en cuyo interior destaca la mano de Carlos Cruz Diez con su atractiva geometría multicolor. Caminamos por un pasillo que nos conduce al sur. Frente a un espacio abierto, nos recibe un verdor imponente que me recuerda el estilo del gran Fruto Vivas, que incorporaba los árboles a sus construcciones. La vista que nos impacta, no es otra que el histórico Parque Los Caobos, que saluda con su bucólico verdor al observador y recordar las bendiciones de la naturaleza.

Entramos a una moderna sala de conciertos, nos sentamos en butacas con el original sello de Cruz Diez. A la hora señalada, hacen su entrada al escenario un ejército de jóvenes sonrientes. Aplaudimos. Entra solemne el señor director con sonrisa juvenil. Saluda, nos habla del concierto que va a comenzar. Observo los instrumentos de la orquesta, y es una orquesta distinta a las conocidas. Sus instrumentos son: cuatros, guitarras, bandolas llaneras, mandolinas, arpas, tambores, tumbadoras, guitarras, furros, maracas, tamboras de gaitas, etc. Esto despertó mi curiosidad. Lo que veía eran muchachos jóvenes, el director joven también, todos animados. Es una orquesta vestida de Venezuela, como nuestra bandera, como el escudo, como el ¡Gloria al bravo pueblo!

Comienza el espectáculo. Interpretan limpiamente canciones de Simón Díaz. Brota aquel: “… No envidio el vuelo, ni el nido al turpial…”, que me encanta y nunca recuerdo el nombre de los compositores.

Luego, como un río cristalino, viene el turno de las gaitas y lo invade todo. Surgió la alegría y los aplausos. Sentí que Venezuela vive. Estábamos felices. Se respiraba armonía y hermandad. La música une, arropa, cuida los sueños y con ella renace la esperanza.

Estos jóvenes con su arte se apoderaron de nosotros y nos hicieron exteriorizar una alegría que creíamos perdida. Recordé a San Juan Pablo II, cuando en Nueva York dijo a miles de muchachos: “Ustedes son la sal del mundo. Ustedes son la esperanza y, sin esperanza, ¡no podemos vivir!”.

Al terminar todo, salimos felices. Vivimos la materialización del sueño del maestro trujillano José Antonio Abreu. Me enteré de que la orquesta del concierto, tenía otro nombre, y en un acto de justicia hoy su nombre es: Simón Díaz, en honor a nuestro compatriota nacido en Barbacoas, ese hermoso rincón del llano venezolano ubicado entre nuestros estados: Guárico y Aragua. Vivimos momentos felices. Una luz en el horizonte que no se apaga, parece decirnos: ¡Aún tenemos cosas buenas y nuestras!

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