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jueves, octubre 16, 2025
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Travesías…Vivir y dejar vivir

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“Una vez consciente de mis actos y haber dado muestras de la educación recibida, deseo que sea respetada la decisión de dedicarme a construir mi vida personal y profesional, y aprovechar la oportunidad de desarrollar mi talento”.

La inspiración para este artículo, pudiera significar un mea-culpa de algunos septuagenarios y hacia nuestros hijos, pero no. Al contrario, es un reconocimiento a la atención y cuido, además de un voto de libertad y confianza a sus decisiones.

Cierto que esta nueva etapa de nuestros padres trae consigo, además del deterioro físico, conductas en ocasiones de manipulación, terquedad y resistencia a los cambios, entre otros comportamientos que sin duda alteran la paz familiar. Vivir y dejar vivir, es la actitud que garantiza sin duda una vejez óptima.

El tiempo de la búsqueda de nuevos y reconfortantes ingresos pasó. Llegó el momento de disfrutar de lo que tenemos, de lo que con sacrificio y trabajo constructivo a través del tiempo útil logramos. Queda entonces delegar responsabilidades a la futura generación de relevo, darle paso a nuevos desafíos y decisiones de nuestros hijos; aún a costa del conocimiento y experiencias que hallamos acumulado.

Démosle a nuestros «pajaritos» la libertad y tranquilidad que ellos demandan. Evitemos por todos los medios preocuparles sin necesidad, porque aún cuando no lo expresen, siempre estarán pendientes. Evitemos la resistencia a cumplir citas médicas y/o determinados tratamientos.

Recordemos que nuestros hijos están adquiriendo o han contraído compromisos de pareja y laborales ineludibles. Si depende de nosotros, no le hagamos la carga más pesada para que puedan «volar» alto y sean nuestro orgullo por siempre.

Tomo una frase que mi nieta parafrasea con frecuencia, «Soy una niña grande…”, pues bien, seamos no unos adultos mayores, sino unos adultos cuya grandeza se fundamente en desarrollar habilidades y talento de forma progresiva e independiente. Abandonemos la autosuficiencia y dejemos hacer.

Amigos, confíen. Dios nos ayuda y sustenta. No estamos solos. Dios nos fortalece minuto a minuto, alimentando nuestro espíritu y aliento de vida. Somos merecedores de momentos y circunstancias caras y costosas, no de baratijas como la soledad, la ansiedad y el desánimo. Recordemos que nuestra tranquilidad es la tranquilidad de todos. Hasta otra Travesía…

Leer también: Confesiones de un pecador

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