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jueves, noviembre 20, 2025
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Tras las huellas de mis pasos…Contra maremotos

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Traemos la experiencia del Salmo 2 para apaciguar las turbulencias, no de naturaleza física, sino esas de naturaleza espiritual, en las que es necesario el someternos al Eterno, especialmente cuando se rompe la conexión donde no se reconoce que el santo bendito sea quien da fuerza y poderío al mundo.

La humanidad siempre ha estado llamada a reconocer y someterse a la autoridad y soberanía suprema devenida de los cielos. El Creador tiene el control. En ese sentido, nuestros sabios fijaron una bendición especial que se extendió a la humanidad entera: “Bendito sea aquel de cuya fuerza y poderío está lleno el mundo”, (Tratado de Berajot, 54:1).

Dijo el Rabí Catina: “Una sacudida, un terremoto. ¿Para qué vienen? Cuando el santo bendito se acuerda de sus hijos que viven sufriendo entre las naciones del mundo, deja caer en el océano dos lágrimas y el ruido se oye desde un extremo al otro; hay quienes dicen que golpea sus manos, y hay quienes opinan que lanza un suspiro”, (Tratado de Berajot 59:1).

No pongamos a un lado las enseñanzas de nuestros ancestros cuando se referían al reconocimiento del efecto espiritual de cada una de nuestras acciones, que no solo nos afecta a nosotros, sino también a todos los lugares del planeta. Las acciones negativas harán daño y afectarán nuestras vidas, y las positivas elevarán nuestros niveles. Por eso es necesario corregir nuestros actos y cualidades para evitar el sufrimiento de los que nos rodean.

El Salmo 2 expone la turbulencia interior, y al invocarlo, Jehová aparece como el soberano que declara el decreto a su ungido. En el versículo 4 “El que mora en los cielos se reirá”, el Señor se burlará de ellos. El Señor emplea para referirse a Dios como aquel que se ríe de las naciones que se oponen a él.

Ungido/Hijo: se refiere a la figura del Mesías, quien es establecido como rey sobre Sion y recibe poder para reinar sobre las naciones. El texto dice: «Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy»(7).

También está Adonai, que se utiliza en el Salmo 2 para referirse al Señor que se sienta en los cielos: En el hebreo tenemos Tehilim 2: Yiteiatsevu malchê érets, verozenim nossedu iachad, al Adonai veal meshicho (2 Estarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra el Señor, y contra su ungido, diciendo:). Ioshev bashamayim yis’chac, Adonai yil’ag lamo (4 El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos). Assapera el choc Adonai amar elai beni áta, ani haiom ielidtícha (7Yo recitaré el decreto).

El Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy). Ivdu et Adonai beyir’á, veguilu bir’ada (11 Servid al Señor con temor; y alegraos con temblor). Amén, que así sea.

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