Ante la llegada de un nuevo año, aprovechemos la oportunidad de glorificar a nuestro Padre Creador. De Mateo 5:16 proviene la expresión “Brille así su luz”. Es la instrucción que se nos señala para que, en ejemplo, hagamos lo mismo y de esa manera glorifiquemos a Dios.
Es que para Jesús somos lámparas del mundo; por lo tanto, iluminamos a todos. No para enriquecer nuestro ego, sino para que con nuestras buenas acciones se alcance y se reconozca el poder de Dios en los cielos y abajo en la Tierra.
Por eso se nos pide que seamos ejemplo. Somos los instrumentos que el Creador tiene para que, a través de nuestras buenas obras, la gente pueda glorificar a aquel que da esa luz.
Condición para integrarnos: mostrar compasión por los otros sin considerar origen, condición social, sexo o creencias personales. Es Dios quien hace que por su gracia “vivamos, nos movamos y seamos”. Es que la humildad nos lleva a reconocer nuestros errores.
Ser generosos, generosos con nuestro tiempo, recursos y amor. Todo eso viene de Dios. Compartamos bendiciones con los necesitados, dar sin esperar nada.
El perdón es otra condición para hacer brillar su luz ante los demás. Jesús nos enseñó que a través de la reconciliación promoveremos la paz y la unidad (cf. Efesios 2:14). “Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.
Esta semana, en un conversatorio, aprendí tres motivos más para glorificar al Creador: preservar, dar sabor e iluminar. Dios nos protege y nos mantiene, él asegura nuestra salvación, una salvación eterna.
A nosotros nos corresponde perseverar en la fe y en las buenas obras, proceso fundamentado en la fidelidad de Dios y en su poder que nos sostiene. Dios nos preserva santos, seguros en la salvación hasta el fin.
En Filipenses 1:6 leemos: “Quien comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Esto nos enseña que el Creador completará la obra que ha iniciado en la vida de los creyentes, y esta obra se perfeccionará a través de la fe y la gracia divina.
Dar sabor: «Somos sal y luz del mundo» es una cita bíblica de Mateo 5:13-16, donde Jesús llama a sus seguidores a ser un agente de cambio y guía en la sociedad, aportando sabor (integridad, buenas obras) y luz (esperanza, verdad) para glorificar a Dios, no escondiendo su fe, sino viviéndola plenamente en el día a día. Como cristianos debemos ser esa luz que guíe a otros en la oscuridad, mostrando el camino hacia Dios a través de buenas acciones.
Tenemos que despertar de ese estado profundo para experimentar la verdadera naturaleza de la realidad y la conexión con todo lo que existe. Tenemos que esclarecer para ver más allá de lo físico, para ser espiritual.
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