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miércoles, julio 30, 2025
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Otra Lorenzada…Ocurrencias raras

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En estos días, cuando fui un adolescente en mi pueblito Tartagal, conocí un personaje de nombre Juan Guevara, apellido de su señor padre, por un error en la cédula él colocaba era Acosta, que era de la señora madre, ya que en vez de Guevara se equivocaron y le pusieron Juan Guevara.

Una vez le preguntaron ¿por qué se cambió el apelativo?. “Porque como me ven muy pobre me humillan con los sobrenombres, y me dicen atolondrado, tutureco, lomo ‘e camello o mal hecho. Y un día le dije a Guillermo Víez, te voy a demandar. Y este me respondió, ‘con qué uñas se rasca el mono, si tú lo que eres es un pobre Guevara’”.

Con el tiempo se muda para Valencia, y le dan trabajo como bombero, en una bomba de gasolina. A los 40 años regresa y se une de nuevo con su mamá “Pancha”, y su hermano Marcelino “Chelo” Guillén, un día le pregunta un señor de nombre Cleotilde Herrera, “vale Juan, y cómo le fue por Valencia?”, “muy mal vale, porque conseguí y traje fue plomo, y vine fue a esperar la estoposa que me lleve”.

“Vale Juan, ¿y por qué no vendemos ese plomo en San Felipe?, que yo lo llevo en mi camioncito, yo no le voy a cobrar caro”. “No vale, el plomo que traje es ese que llaman nitrato de plomo, y lo cargo zambullido en la sangre, los pulmones y por to’ el cuerpo, ya siento que la pelona me jala con un gancho. 40 años en mi único trabajo y eso fue lo que quedó, vale Creoltilde”.

Para no cambiar de idea ni de lugar, sigo con otro cuento, y espero que los paisanos que lean esto no se vayan a molestar, ya que es parte del pasado como historia y no es como para dar una impresión de burla, ya que es bueno saber cómo fuimos ochenta años otras, y que es un privilegio estar vivo y haber vivido esos momentos para tener qué contar.

Voy con el cuento. En aquella época eran muy pocas las casas y muy separadas una de las otras, es el caso de dos señoras que por asuntos pasionales se peleaban en el caserío verbalmente, pero a larga distancia, por la separación entre casa y casa, se insultaban a todo pulmón más o menos así: “Mira, roba mari’o, zángana, arrastra, te vieron revolcándote con mi mari’o en la mata e’ jobo en el río”.

“Sí, ¿y qué? Antes de ser tuyo, primero fue mío. Ojalá que un día de estos te trague una sarura traga vena’o, pa’ que aprendas a respeta lo ajeno. Yo no te deseo mal, lo único que quiero solamente es que cuando vengas de gozá con mi hombre, te caigas del tractor y que te pase por encima la rueda grande de atrás”.

Otro enlace de cuento entre cuatro hermanos: “Vito el chuto”, dame una bolaita e’ chimó”. “No tengo, pídele a ‘Casco mocho’ o a ‘Colongo’. A mira, el que sí tiene es ‘Guacho’, que Ponciano le trajo de San Pablo tres cajitas”. Época superada con la evolución del mundo.

Leer también: El tiempo no da tiempo

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