
A Raimond Gómez y William Medina
Hay en nuestra geografía crepuscular yaracuyana una simbología del quehacer y del paisaje, donde los ríos huyen con el atardecer, y los pájaros se baten a duelo en las cortinas de las hojas, remontando los horizontes, adentrándose en los confines más remotos.
Esta tierra, llena de mitos, ritmos, danza y poesía oral, refleja la antropología del ser yaracuyano que, brotados de sus entrañas, se mezclan con las deidades, y bajo sus adorados parpados, hacen un círculo en el tiempo para encontrarse con su herencia indígena y africana, que ha permanecido en la mitad del viento, perforando el silencio en una casa situada más allá de la lluvia, empapando la rosa de la tierra, para que recordemos a nuestros ancestros, y por los huesos de mis abuelos, los abuelos de mis abuelos, y los abuelos de los abuelos, que orgullosamente poblaron este valle con el espíritu justiciero, bravío del negro Miguel, hombre hecho de sangre y fuego, que se proclamó rey en las montañas de Yaracuy.
Cuando el Negro Miguel se proclamó rey en el siglo XVI en las montañas de Yaracuy, llevando a su compañera, amada amante, la reina Giomar, para muchos estudiosos serios del mito, esta encarna mágicamente en María Lionza, debido a su representación telúrica, edénica, antropológica, poética e histórica tomando en cuenta que todo mito viene del agua, y bajo la asombrosa cascada donde se inmoló Giomar para no ser capturada por los verdugos españoles, esta recorre de norte a sur, de este a oeste, todo el vaho vegetal, animal y fantasmal del valle yaracuyano.
Esta herencia mágica la plasmaron dos músicos caribeños: uno venezolano, y el otro panameño, me refiero a Carlos “Tabaco” Quintana y Rubén Blades, quienes contribuyeron a exaltar con la música popular afro-jíbara-antillana y caribeña el valor antropológico, poético, histórico y cultural del mito.
De ello es buena prueba la composición María Lionza: Diosa del amor, con un estribillo cantado en la cual “Tabaco” apela al juego de la percusión que resulta tan progresivo como innovador, y donde el repiqueteo del bongó y los tambores es retrabajado, elaborado de tal forma que no resulta directa ni evidente su presencia.
El repiqueteo característico del bongó es una de las variantes en el montuno, se presenta en María Lionza: Diosa del amor, en su plano percusivo original. Este montuno mágico religioso, que hay que reivindicar para todos los caribeños, fue grabado por “Tabaco” en la década del 70, diez años antes de que Rubén Blades saliera a la palestra musical con la banda de Willie Colón, donde la síncopa trombonera se pone de manifiesto con otra canción sobre María Lionza grabada por Blades en 1980.
En el tema de “Tabaco”, un montuno sólido en el piano, lento y bien acompasado en la mejor tradición cubana, se siente profundamente el canto Caribe del barrio, la sabrosura rítmica de la percusión, y sobre todo el arraigo por lo mágico religioso, no como simple propuesta comercial y artificiosa de lo pagano con la religión, sino que la música y el baile van en función de ellas con autenticidad y fe.
Una canción que deambula entre lo esotérico y lo tradicional salsero, que en su introducción empieza con una danza africana. Y con la reina el portal de los Orishas y Pancha Duarte, mi madrina y protectora, no hay nadie que pretenda joderme acordé del vaho fantasmal y telúrico donde la reina emerge de su altar, y entre lo delirante nace en esta canción el espiritismo que más que una religión, es una cultura arraigada a la costumbre de nuestros ancestros.
Es una magia entre lo real y el mundo cósmico, en la cual la persona que entra en trance (elevación) experimenta y trasciende a un mundo mágico e indestructible, y donde el sistema de adivinación es el tabaco que nos traslada y nos da una sensación de visión hacia lo desconocido.
Y bien lo dice el montuno para los yaracuyanos: “Yo me voy pa’ la montaña / con mi vela y mi caja de ron /… despójate, despójate y pídele a la reina / mucha salud y mucho amor /… yo te espero en Yaracuy / para que la reina nos bañe con cocuy”/.
En la canción de Rubén Blades, con imágenes poéticas y cósmicas polivalentes: “Y sus paredes son hechas de vientos / y su techo lleno de estrellas / la luna y la montaña sus compañeras /… María Lionza se echa a andar por los caminos con animales que se cruzan en su largo recorrido.
Ya la reina está en su altar con el vaho ambiental saturado por la naturaleza, donde ella es reina, cuidadora y madre: “En la Montaña de Sorte por Yaracuy / vive una diosa, una noble reina de gran bondad / amada por la naturaleza e iluminada de caridad/… cuida el destino de los latinos / vivir unidos y en libertad” /… Yo también me voy pa’ la montaña a encender los corazones y a pedirle a la reina que en este trance le dé sabiduría al pueblo venezolano.
Leertambién: Mi vida es una sola nota