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jueves, noviembre 6, 2025
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Notas desde Farriar…Oswaldo Rey y la salsa venezolana

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Ayer en la madrugada, bajo el influjo de los vapores etílicos, me senté en el corredor de mi casa a escribir esta nota sobre este cantante yaracuyano nacido en Aroa, y definir con exactitud su acercamiento a la música popular ofrojíbara, antillana y caribeña, lo hice para inspirar su labor meritoria, y por una convicción sustantiva que en nada depende de efímeras contingencias.

Él fue un cantante de una voz nítida, aunada a los matices que le imprimía en las cadencias, y esos giros expresivos, nada convencionales, sin rebuscamientos deslumbradores que le daban vida a la improvisación, pero con certidumbre imaginativa, no desprovista de hermosura.

Oswaldo Rey es la canción salsosa, ubicada a nivel del dolor humano en el contexto de la salsa, para que no se asfixiaran los latidos del corazón de los bailadores. A este, Oswaldo Rey, me aproximo con la curiosidad de su auscultación y el fervor del encuentro. Y lo sitúo con la ingrimitud intransferible de sus huesos bajo la luz universal de la salsa junto con la innominada muchedumbre que la baila, la vacila en ambos lados del caribe.

Esta nota alienta elogios y admiración, pero no ditirambo ni excesos del lugar común fácil. Es una aproximación feliz, por cuanto contiene veracidad, testimonio y fijación oportuna de la vida y obra de un valor del valle de Aroa y de su sierra.

La Aroa minera del siglo XIX, la Aroa de Las Compañías Inglesas, la Aroa de la modernidad, de la luz eléctrica, del ferrocarril; pero que nunca abandonó sus raíces agrícolas, del viento que no pasa definitivamente sobre el calor del silencio, sobre la sed y la sierra que siguen hacia el río.

Sigo sentado en el corredor de mi casa, son las 3:00 de la mañana, y la cerveza sigue fría. Oyendo y mirando bien a Oswaldo Rey cantando un guaguancó grabado con el sello de La Compañía Fania, siendo el único venezolano con tal distinción, y este disco lo grabó nada más y nada menos que con la orquesta de Bobby Valentín, en la década del 70. En ese contraste en que grabó todos los ritmos musicales, bailables desde una guaracha, un bolero, guaguancó y un son montuno. Y fue así como hizo del canto caribeño y sus diversas variantes un monumento al fervor de la salsa.

Nuestro artista demostró cualidades suficientes para el canto caribeño, cuando también grabó en la década del 60 con Federico Betancourt y su Combo Latino, además de otras orquestas bailables para la época.

Una de la constante de la salsa radica en la autodefinición del que canta, que tiene que tener un vaso comunicante para lograr un amor hacia su música, su ambiente, su herencia y su porvenir. La salsa está llena de estas temáticas, donde el cantante se reviste de autenticidad. Por su puesto, esta postura es sumamente delicada, por lo que en no pocos casos se calló en la fanfarronería banal.

De allí, la circunstancia que enfrentó Oswaldo Rey para asumir la salsa venezolana, y fue el medio ideal para traducir el lenguaje musical, mucho en la inspiración y entusiasmo, que en él fue talento desbordado.

En el año 2022, en una tarde soleada de esas que nos llaman más allá del infinito, la guadaña con sus dedos trémulos perforó el corazón de la salsa llevándose a uno de sus mejores hijos, me refiero a Oswaldo Rey. Cuánto le costó al mundo de la música su desaparición anti física, como dice el verso clásico.

Estaban cargados de amor sus huesos y doliale intensamente la sangre, cuando el río Aroa le regaló sus tesoros de estrella, y un corcel con alas infinitas guiándolo hacia la eternidad, como dice, Ismael Rivera, “El sonero mayor”: “¡Ecua Jei!”.

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