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miércoles, octubre 29, 2025
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Notas desde Farriar…Manuel García: el combate hecho canción

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Manuel García, un clásico de la música popular afrojíbara, antillana y caribeña, con la orquesta de Bobby Valentín, grabada en 1980 y cantando Carlos “Cano” Estremera. Un montuno sólido y bien acompasado que respeta toda la estructura y estilo del son tradicional, está concebido desde una perspectiva radicalmente salsosa.

Una letra retadora, callejera, pendenciera y orgullosa, con giros agresivos y un extenso montuno dado a la pelea, con un coro reiterado en el ataque, por la letra y el ritmo.

Un cantante convencional hubiera resuelto el tema con una interpretación plana, sin mayor variante ni virtud, de la parte inicial de son, y una repetición desordenada y posiblemente incoherente, de dos o tres frases en el montuno. Pues, bien, el “Cano” Estremera, con un soneo agresivo y explosivo, soltaba frases al unísono, como un vendaval de estrellas, como una ametralladora verbal, con una afinada y limpia voz aunado a una clave nítida.

Él es la representación genuina de esos cantantes excepcionales que inevitablemente marcan pautas imprescindibles. Siempre logró imprimir un toque de novedad. Así como hizo del montuno el centro de su especialidad, atacando con inteligencia, haciendo un juego continúo de las melodías que el moldeaba a su capricho y antojo, y siempre tenía a la mano la frase oportuna que completaba e incrementaba el espíritu y el sentido de los números que cantaba.

Pero el problema no es la cantidad de palabras que pueda meter el sonero en la improvisación, sino que debe tratar de no repetirlo y hacerlo dentro del arreglo musical, dentro de la clave sin desentonar. En estas lides, él fue un maestro.

Manuel García, este personaje es recreado en este montuno, donde la ficción y la realidad se extrapolan convirtiéndose en un arquetipo humano. Está el vicio, pero también la virtud. ¿Y esto qué es, en definitiva? El denso material musical para realzar una realidad avasallante del tejido social.

La música de Valentín y del “Cano” Estremera, radicalmente salsosa, les hicieron ganar un sitial importantísimo dentro del área caribeña. Sin embargo, el latido primordial de su música no pudo jamás sustraerse a la polémica que despertaron frente al agrio forcejeo humano.

Hubo enemigos que intentaron rebajar su música a nivel de la mediocridad en que ellos se movían, pero contaron igualmente con partidarios acérrimo que ensalzaron sus nombres y en el cual ellos se hicieron portavoz en la melodía, sonoridad, en los compases del montuno y en ese bárbaro que llamamos ritmo, convirtieron esta orquesta en una auténtica vanguardia sólida para toda esa salsa que permanecería triunfante más allá de la decadencia, sobre todo, en esta etapa donde la confusión y el fracaso casi le ganan a la calidad y a los aciertos.

Y ¿Quién era Manuel García? Una crónica social que evidencia una connotación socio cultural. Un montuno muy particular, por su evidente irreverencia. La canción cuenta la historia de un “bandolero” caribeño, especie “Robín Hood”, que permitió inaugurar el muy importante estilo de la sala narrativa. Hay en la canción una manera distinta de decir las cosas, una ironía inteligente que se colocaba y le buscaba un segundo sentido a la anécdota.

Pues, bien, en este guaguancó como nada surge de la nada, era necesario fundamentarse en una experiencia válida asimilar al sustantivo, sin dejarse ganar por los modelos. Pero hacía falta algo todavía: las manos experimentadas que pusieran orden en las notas del piano para insuflar frescuras en los acordes con la marcha melódica en el montuno.

Fue el medio ideal para traducir la precisión del lenguaje musical, mucho en la inspiración y entusiasmo que en el “Cano” Estremera fue talento desbordado. Y recuerdo que en una rumba en Farriar, en plena calle, al son de Carlos “Tabaco” Quintana cantando “La cárcel”, llegó Manuel García en compañía de Marvin Santiago soneando: ¡Bien saborioca! ¡Bongolache! ¡Bongoló! Y se acabó.

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