spot_img
miércoles, septiembre 17, 2025
InicioOpiniónNotas desde Farriar...La felicidad de la ignorancia

Notas desde Farriar…La felicidad de la ignorancia

- Publicidad -

El día jueves de la semana pasada, sentado en el corredor de mi casa, en la comarca, a las 3:00 de la mañana y bebiendo unas cervezas bien frías, encontré en la penumbra vaga un libro fascinante, denso, lúcido y proteico del filósofo y pensador francés Jean-Francois Revel titulado “La Gran Parada, ensayo de supervivencia de la utopía socialista”, (Edit. Plon, París, 2000; traducido como “La Gran Mascarada”) aplicado a la situación actual del socialismo, donde la tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles.


Porque hay que abandonar los complejos derivados de la desaparición de la Unión Soviética y del drama del comunismo mundial sumido en la desmoralización y en la corrupción. Hundir los recuerdos, lanzar al cajón de los desechos casi todo el pasado, es la actitud, ya que las doctrinas políticas y sociales se erosionan por efecto del uso y, sobre todo, del abuso. ¿Qué en ello actúa el paso del tiempo? Sí. Y si las ideas no evolucionan al ritmo de la historia, sucumben o desaparecen.

La penetrante investigación de Revel es de las últimas obras publicadas del destacado y agudo analista francés. En 1986, este polémico estudioso se había distinguido con un firme llamado de alerta ante los excesos de un socialismo autocrático y un comunismo despótico, a través de un muy difundido libro: “La tentación totalitaria”.

Ahora proyecta su documentado análisis a lo que denomina “La supervivencia del socialismo después del absoluto derrumbe de la Unión Soviética”. Como es habitual en él, este texto proviene de un sorprendente trabajo investigativo, con una extraordinaria documentación. Hasta su muerte (2006), publicó una veintena de libros.

Con una visión devastadora, Revel se proyecta hacia el cuestionamiento de la supervivencia de lo que llama la “utopía socialista”, aunque ha debido decir la “utopía comunista”. Su análisis es demoledor del extremismo socialista dictatorial y sanguinario: presenta no solo los excesos de represión y muerte derivados de tal extremismo, sino que revela insólitos documentos sobre la relación nazismo-fascismo-comunismo, así como los excesos de sometimiento y complicidad de personalidades y de partidos ante esos criminales desafueros.

Llega a decir que los llamados partidos de izquierda se han puesto una venda en los ojos políticos para ignorar el totalitarismo impuesto, e inclusive para aparentar el desconocimiento del fracaso soviético, chino y cubano. Su visión devastadora, basada en la abrumadora documentación que ofrece, se sostiene en su estilo polémico y escrutador.

En este asombroso trabajo analítico de Revel, hay tanto de razón como de exceso. La razón está en desnudar y condenar la hipocresía cómplice de sectores de la llamada izquierda, que de manera obsecuente se someten a una doctrina muerta y enterrada. Y el exceso está en dejar entrever el fin del socialismo. O en todo caso, él no lo dice, se trata de la liquidación de un utópico comunismo disfrazado de socialismo.

¿Qué se salva del cataclismo? Se salva lo que quizás a Revel le costó aceptar, o es que quedó implícito en su acción demoledora. Y ha de ser así, porque él enfila sus baterías críticas y sus flechas destructivas contra un pseudosocialismo despótico y tiranizante.

Libros como este de Revel, de más que provechosa lectura, son pasos decididos y reveladores hacia la clarificación conceptual entre un pseudosocialismo despótico y tiránico -ese sí una funesta utopía- y una democracia humanista, realista, de clara equidad social dentro del respeto de los principios democráticos.

La contradicción es ley de la vida, y ella brota como manantial sobre cualquier suelo por duro y seco que sea. No puede haber un partido, como tampoco puede haber una idea. No hay mayor debilidad que la del régimen que apela a represión policial frente a toda contradicción social, frente a todo debate. Al fin y al cabo la dictadura es una confesión tácita de debilidad. La democracia humanista debe convivir con los más altos y abiertos principios de solidaridad, justicia e inclusión.

Leer también:¡Juliana, qué mala eres!

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Últimas entradas

lo más leído

TE PUEDE INTERESAR