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jueves, diciembre 11, 2025
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Notas desde Farriar… La debacle de la izquierda latinoamericana

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¿No está en América Latina, hoy, la izquierda o casi toda ella entre la más cretina que tenemos? La izquierda hoy está batiendo el récord de corrupción haciendo el papel de mujiquita de unos caudillitos pintorescos. La izquierda que conocimos está hoy en lo peor: en lo moral, lo político y en lo intelectual.

La fuerza política de izquierda envejecida todas y la casi totalidad de ellas cretinizadas viven repitiendo como loros dogmáticos algún eslogan limitándose solo a acusar al imperialismo, y surge en ella una alcahuetería hacia los capitalismos de Estados y de garito que hasta lo canonizan siempre para ocultar o legitimar la corrupción y el envilecimiento.

El discurso y la conducta de esta izquierda hija de todos los demonios se ha agotado por completo en América Latina. Hasta hace unos años aún tenían esos partidos algún crédito por que ofrecían o daban margen a cierta esperanza. Ahora todo saben que allí hay fraude y a lo sumo podrán entretener como los payasos de circo.

Su discurso ya nada tiene que pueda despertar curiosidad o abrir crédito en el alma de las grandes mayorías. Esta izquierda ha demostrado con su fracaso donde antes triunfaron ser hoy el más completo anacronismo histórico y poseer una total impotencia espiritual, hipocresía y doble estandarte, que levantaron en la época del 90 y del 2000. No hay régimen de izquierda que no haya defraudado tras levantar polvaredas de esperanzas. Entre más ferviente hayan sido las esperanzas que se hayan puesto en ella, más hondas y amargas las decepciones.

El fracaso de esta izquierda, encarnación del nacionalismo que pretendía en un momento servirle de botalón o de guía, en poco tiempo la situación económica de las masas populares latinoaméricana ha sufrido un brusco deterioro. Esta izquierda testimonia la quiebra del nacionalismo.

La sentencia es igual para todos los ensayos nacionalistas, todos ellos conducen al desastre. La parábola de esta izquierda es conocida. Aparece como credo redentor, prometedor o mesiánico, engancha a las masas con entusiasmo, crea ilusiones y desde el poder no hace otra cosa que engañar. La trayectoria es típica en cuanto esta parábola.

El nacionalismo ha quedado como consuelo y refugio de pequeñas burguesías reaccionarias en el fondo. El tono fascistoide militarista no es obra del azar. Hoy en día nacionalismo y fascismo son equivalentes.

En América Latina esta cáfila de la izquierda cretina que, favorecida por circunstancias históricas, políticas, económicas y sociales, implantaron un capitalismo de Estado y de garito, el cual generaron estados ineficientes, burocráticos, inoperante, improductivos, viciosos y corruptos, con unas clases opulentas y dolarizadas y una sobrepobreza perniciosa.

Asimismo, revivieron el fantasma del totalitarismo, imponiendo una especie de cogollos técnicos que pasaron en la práctica a funcionar como cualquier aparato totalitario. Bajo órdenes supremas que sabían qué es el bien y qué es el mal (un mal platónico y delirante, por cierto) liquidaron toda conducta u opinión que presentara visiones alternativas con su cultura de aparato, su burocratización, su corrupción o su autoritarismos molar y molecular.

El mensaje de esta izquierda cretina es que quien piense distinto se vaya, ¿De cuál democracia se habla? Al comparar, no es lo mismo el talante ético de Antonio Gramsci que el de Benito Mussolini, la ética y el amor por una democracia humanista verdadera están por encima de cualquier falsificación totalitaria filoestalinista donde operan los mecanismos psicosociales de la “La obediencia de vida”.

¡Qué viva la desobediencia contra la dominación, la coerción, la explotación, el poder y la negación cultural! Quien sea un critico sincero, está expuesto en todo momento, así tenga los sellos del Vaticano en su estatuto a la execración.

En ningún país cabe ya un socialismo de jefe infalible, partido único, sociedad mediatizada y terror policial. La presencia monolítica es lo más pintoresco del totalitarismo. En consecuencia, no puede haber un partido, como tampoco puede haber una idea, ni censores, ni policías, aunado a la violación sistemática de los derechos humanos. No hay mayor debilidad que la del régimen que apela a la represión policial frente a toda contradicción social, frente a todo debate. Al fin y al cabo, la dictadura es una confesión tácita de debilidad.

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