
Supongo y espero que el Gobierno del presidente Maduro se esté tomando muy en serio las últimas amenazas gringas, pues no creo que las mismas sean similares a las habidas en el pasado. El Departamento de Estado nos ha demostrado cómo actúa, con años de antelación a que se produzca la intervención decisoria, de manera de haber construido internacional y nacionalmente toda una matriz de opinión favorable a sus siniestros planes.
Cuando Obama declaró a Venezuela hace 10 años como una amenaza para la seguridad de EE UU, se pensó que se trataba de esas declaraciones de carácter coyuntural que muchas veces se hacen, con las que se demuestra preocupación, se emite una alerta y se logra una inmediata solución del conflicto.
Sin embargo, en este caso realmente significaban el inicio público de un plan de intervención ya preparado y decidido, a ser desarrollado en los próximos años. Los acontecimientos actuales parecen ser la parte final de esa etapa inicial intervencionista. ¡Ojalá y no lo fuera!
No quiero alarmar innecesariamente, pero la situación de nuestro Gobierno y, por ende, de nuestra nación, es muy difícil, agredido por el Departamento de Estado, la dupla Inglaterra – Guyana, la Unión Europea y varios países de Iberoamérica: Argentina, Perú, Ecuador y El Salvador, con posibilidades de que otros estados se incorporen al cambiar sus gobiernos.
Influyen también el claro enfriamiento de las relaciones con Lula en Brasil, el distanciamiento, aunque menor, de Gustavo Petro; las actividades terroristas antinacionales de una oposición violenta, que parece una aberración de los más abominables intereses; la ausencia de aliados internacionales que puedan actuar decidida y solidariamente, algunos de los cuales, Rusia e Irán, enfrentan además sus propios problemas de seguridad nacional, así como la endeble situación existencial del país, con problemas muy serios de todo tipo y una pérdida de varios millones de sus jóvenes mejor formados.
Y no se trata de difundir miedo entre la gente, ni de llamar a abandonarlo todo, en una huida cobarde, precipitada y anti patriótica, que haría caer al país en manos de quienes no han hecho, sino conspirar contra este y trabajar para sus depredadores de siempre.
Pero tampoco se trata de subestimar las amenazas criminales lanzadas sobre la patria, sin tomar las medidas debidas efectivas de unificación nacional, para dedicarnos solo a pronunciar discursos altivos, pero claramente irreales y demagógicos, que arrancarán aplausos, pero no detendrán el desplome, no del Gobierno actual, sino de Venezuela como Estado nacional.
Allí están, como imágenes claras de lo que puede sucedernos, los casos de Libia, Irak, Siria y Afganistán, hoy totalmente destruidas en manos de quienes fueron sus peores enemigos, llevados al poder no por sus fuerzas internas, sino por la intervención del ejército estadounidense. Todos dejaron de existir como Estados nacionales.
De nuevo, paso a efectuar un llamado sincero a todos los venezolanos, que sean susceptibles a este llamado, incluidos los opositores, los afines al Gobierno y quienes se mantienen neutrales, a unificarnos alrededor del interés de la nación venezolana, el cual está muy por encima de simpatías y compromisos ideológicos, de políticas y politiquerías y de bastardas apetencias económicas.
Pero, quienes nos dirigen, es decir, los integrantes del PSUV, son los llamados a dar los primeros pasos en este sentido, y a desterrar conductas que se opongan al necesario proceso de reunificación. Sin abandonar la lucha de defensa del Estado nacional, deben sí erradicarse las conductas autoritario-dictatoriales, la permanente amenaza, la represión indiscriminada, la violación consuetudinaria de los DD HH, el desacato al debido proceso judicial y el sectarismo gubernamental, para dar paso real a la participación de todos en la construcción de un nuevo futuro.
Sin pretender en absoluto ser original, pues realmente copio de otros esta máxima: “en el enfrentamiento del agresor extranjero hay que unir a todos los susceptibles de ser unidos”, pero para ello, todos los susceptibles de ser unidos deben sentirse realmente convocados a construir el país de todos.
Deben ser parte real de esa empresa de construcción, que nos une, no a través de cuestiones ideológicas, sino de nuestros nexos nacionales, como venezolanos, haciendo realidad hoy para Venezuela lo que Miranda y Bolívar plantearon en su momento para toda Hispanoamérica: tenemos un mismo origen, un mismo lenguaje, una misma historia, unas mismas costumbres, unos mismos sentimientos y una misma manera de ser y relacionarnos. Somos venezolanos. Y eso debe estar por encima de todo.
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