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miércoles, diciembre 3, 2025
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La caridad

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Una de las páginas más bellas de las Cartas de San Pablo, inspirada por el Espíritu Santo, son las que nos hablan de las relaciones entre los hombres completamente desconocidas por el mundo  pagano de esa época, pues tienen su fundamento nuevo en el amor a Cristo, quien dijo:  
«Todo lo que hicisteis por uno de mis hermanos pequeños, por mí lo hicisteis».

Entonces con la ayuda de la Gracia, el cristiano descubre en su prójimo  a Dios, aprende, que todos somos hijos del mismo padre y hermanos de Jesucristo y la Virtud sobrenatural de la caridad nos acerca profundamente al prójimo: No es un humanitarismo ni una postura sentimental, tampoco es camaradería ni un afán de ayudar a otros para sentirnos superior. Es convivir con el prójimo, venerando la imagen de Dios que hay en cada hombre para que podamos ser capaces de dirigirnos a Cristo.

El Señor Jesús señaló como un mandamiento nuevo y distintivo de los cristianos: El amor al prójimo y se puso él como medida: «Cómo yo os he amado» La Caridad se distingue de la «Sociabilidad natural, de la Fraternidad nacida del vínculo de la sangre, de la misma compasión de la Miseria Ajena: Pero la virtud teologal no excluye los amores legítimos de la tierra, sino que: Los asume y sobrenaturaliza, los purifica y los hace más profundos y firmes. La caridad del cristiano se  expresa ordinariamente en las Virtudes de la Convivencia Humana con muestras de educación y cortesía.

San Pablo es quizás el verdadero profesor de esta Virtud de la Caridad, y nos señala las principales cualidades que adornan esta Virtud. En primer lugar nos dice: La caridad es paciente con los demás: Porque para  hacer el bien, primero hay que soportar el mal, renunciando al mal humor o espíritu desabrido. Tener paciencia, hace notar tener una gran fortaleza porque se necesita mucha serenidad para soportar el mal genio o mal humor de aquellos a quienes tratamos, denotando la verdadera importancia de los conceptos, sin agrandarlos y esperar ese momento oportuno para corregir y contestar con equilibrio. La paciencia es una gran virtud para la convivencia.

La caridad es lenta a la ira. Imitaremos a Jesús que condescendió con los fariseos para ganarlos. Así los Médicos prodigan los mejores remedios para los enfermos más graves.

La caridad es benigna y está dispuesta a hacer el bien a todos y sólo cabe en un corazón  grande y generoso.

La caridad no es envidiosa, mientras la envidia se entristece del bien ajeno, la caridad se alegra de ese mismo bien. La envidia es factor de muchos pecados: La murmuración, la detracción, gozar en lo adverso, aflicción en la prosperidad del prójimo, causa del fin de la amistad entre amigos, es como un cáncer que corroe la convivencia y la paz.

Santo Tomás la llama: madre del odio.

La caridad no obra con soberbia ni es jactanciosa, la mayoría de las tentaciones contra la caridad son provocadas por la soberbia hacia el prójimo y para evitar estas tentaciones debemos olvidarnos de nosotros mismos y así podemos atender a los demás.

Ahora bien, sin humildad, no puede haber ninguna otra Virtud, por lo tanto, tampoco habrá amor. Si analizamos como aparece la falta de la caridad, veremos que antes, han existido otras faltas: vanidad, orgullo, egoísmo, deseos de sobresalir, como la soberbia que impide la caridad. El horizonte del orgulloso es muy limitado y se termina en él mismo porque no logra mirar más allá de su persona, sus cualidades, virtudes y talentos, su horizonte no tiene a Dios y obviamente no aparecen los demás, no hay sitio para ellos.

La caridad no es ambiciosa, no busca lo suyo, no pide nada para sí misma, da sin pedir ninguna retribución. Sabe que ama y busca a Jesucristo en los demás y eso le basta.

La caridad no toma en cuenta el mal, no guarda una lista de agravios personales, todo lo excusa. No sólo pedimos ayuda al Señor, para excusar la «Paja en el ojo ajeno», si se diera el caso, sino que nos pesa la Viga en nuestros propios ojos, incluyendo nuestras infidelidades.

La caridad todo lo cree, todo lo espera, todo lo sufre, todo sin exceptuar nada. En lo mucho que podamos dar: alegrías, y cariños, nunca esperaríamos nada a cambio y no nos molestamos si no somos correspondidos. No buscaremos nada y encontraremos a Jesús.

La caridad no termina jamás: las Profecías desaparecerán, las lenguas cesarán: Sólo quedarán: la fe, la esperanza y la caridad.

Estas tres virtudes teologales, son lo más importante en la Vida Cristiana, porque tienen a Dios como objeto y fin. Acudamos a la Santísima Virgen María, porque ella es maestra de la caridad.

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