Los hemos enfrentado desde nuestra concepción, en el vientre materno, venciendo dificultades desde que emergemos a la vida terrenal de la mano de nuestra fiel, abnegada y amorosa gestora, desde cuando dimos nuestros primeros pasos y empezamos a balbucear las primeras palabras.
Hemos seguido los pasos de nuestro gran Libertador, cuando en su momento enfrentó con arrojo y valentía los desafíos en su ruta libertadora, doblegándolos y venciéndolos.
Y hoy, para sobrevivir, hay que hacer frente a los miedos, esos que nos paralizan, esos que nos impiden seguir avanzando, esos temores que surgen cuando tenemos que iniciar un nuevo proyecto; el miedo al tiempo que nos requiere, a los recursos que necesitamos, a la proyección…¡Y todo, sin saber con seguridad, si saldremos airosos!
Hay que enfrentar el desafío de vivir. En contadas ocasiones suceden oportunidades que no sabemos aprovechar, las dudas y el miedo nos congelan, y aquí vale decir, que para avanzar hay que asumir riesgos y aceptar desafíos.
Debemos vivir la vida con pasión, aceptando los desafíos con cautela, pero sin miedo, superando el vértigo que nos embarga al realizar algo nuevo, pero con la seguridad del que se siente preparado para ello.
Los retos son desafíos complejos, y las oportunidades son circunstancias favorables que se presentan. Enfrentar los retos implica una acción positiva y una adaptación que puede transformar las experiencias en un crecimiento personal y profesional, mientras que las oportunidades deben ser aprovechadas con estrategias y colaboración para lograr metas.
Para afrontar los retos de la vida y proseguir su avance, es crucial adoptar una mentalidad resiliente, aceptar y planificar los obstáculos en lugar de negarlos, cuidar la salud mental y física y buscar apoyo en amigos y profesionales cuando sea necesario. Esto nos lleva a mantener una actitud positiva, trabajar la autoestima y transformar hábitos negativos.
Hay que saber jugar con las cartas que nos han tocado, mantener la serenidad y jugar con pasión, pero nunca desfallecer ante la adversidad. El triunfo está a nuestro alcance, será cuestión de ir a su encuentro.
No hay que rendirse, hay que seguir luchando y no tirar la toalla. Pese a la angustia existencial por la que atravesamos, pese a la diáspora migratoria que separa hogares y familias enteras, no nos quedamos en el partidor de salida, seguimos galopando a campo traviesa, con nuestros menguados haberes a cuestas esquivando y derribando obstáculos en procura de lograrlo.
Es un deber con visos de obligatoriedad cultivar la ambición y prepararnos para afrontar grandes desafíos, condición que está dentro de lo posible.
Cuando se quiere enfrentar los grandes retos, es preciso ser siempre positivo, aprovechando la experiencia, requiriendo apoyo cuando sea necesario, analizando los pros y los contras en cada desafío, siendo realista, y colocar los pies sobre la tierra.
El ser constante y perseverante, te permitirá afianzar e incorporar los buenos hábitos, aceptando con valentía los éxitos y los fracasos como parte del viaje en que se constituye la vida.
Dicen que las oportunidades solo se dan una vez en la vida, por lo que hay que aprovechar de la mejor manera posible todas las que se nos presenten, sin miedo, y aprendiendo de los errores.
Recordemos que la vida es un desafío constante, y solo lo superaremos si nos atrevemos, si trabajamos con denuedo, si nos esforzamos, solo así viviremos al 100 %.
Una decisión difícil hay que afrontarla con vigor y gallardía, haciéndole frente a los miedos, esos que nos aterrorizan y doblegan, esos que nos impiden seguir siempre adelante.
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