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viernes, noviembre 7, 2025
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Enroque al Día…Gambito de dama

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La encontró en la Plaza Santa Rosa de Valencia dando una simultánea de ajedrez, al verla fue como sentir un sutil pinchazo con la espina de una rosa directo al corazón. Interrumpió su lectura y caminó hasta una de las mesas donde estaban las piezas servidas para la batalla, así la contemplaría de cerca.

En su primera vuelta, ella dirigió su mirada hacia él, le regaló una sonrisa y le invitó a sentarse, como víctima de un hipnotismo aceptó la propuesta sin tener en cuenta que hace muchos años dejó de jugar al ajedrez, tendría que recurrir al caracol de los recuerdos para establecer una sólida defensa. En su segunda vuelta, la maestra ajedrecista extiende su mano al caballero sentado frente a las piezas, el primer contacto físico, y el caballero temblaba como un niño en su primer día de escuela.

La bella jugó d4… Volvió a mirarlo y siguió su paseo entre el resto de las mesas, dando continuidad al resto de partidas ya a medio juego. De regreso frente a él, la bella le miró de nuevo, preguntándole si jugaría algún día?

Nervioso aún el caballero respondió: “ya casi no recuerdo cómo jugar al ajedrez”. Tomó el peón frente a la dama y realizó su movimiento a dos pasos. “No temas”, respondió la bella, “será como bailar un tango”, y ofreció el gambito como quien ofrece una flor.

¿Cómo es tu nombre? Preguntó el caballero. “Amalia, ¿y el tuyo?”. “Antonio, como el enamorado histórico de Cleopatra”. Ella continuó su pasarela, y en cada vuelta Antonio, más enamorado, realizaba una torpe jugada y la acompañaba con un piropo para la bella, que mejor manera de sobrevivir en una partida de ajedrez.

Amalia comenzó a disfrutar más la compañía y ocurrencias de su rival enamorado que la misma partida, así que no se apuró en dar el mate que había planeado jugadas antes. Cambió el mate unas tres veces, disfrutando cada piropo.

El caballero la veía ir y venir, admirándola como una modelo de pasarela, que con delicadeza acomodaba las piezas para plantear serias amenazas. “Usted apunta directo al pecho. Al finalizar esta partida habrá que entablillarme el corazón. Ahora entiendo al poeta que dejó aquella famosa frase: ‘La vida es como el ajedrez’. Yo hoy estoy entregando la mía entera”.

El resto de los rivales fueron cayendo uno a uno y se fueron retirando. Amalia guardó para el final posar toda su belleza frente a su rival enamorado, que aún estaba lleno de recursos para alargar su agonía, recursos que serían el pretexto perfecto para continuar obsequiándole sus versos.

“¿Cómo defender lo indefendible?”, meditó un rato… “No tengo más remedio que sucumbir ante el ataque de sus dos piezas más poderosas”, sonrió, le guiñó un ojo y acostó a su rey en señal de abandono. Amalia le obsequió una sonrisa de despedida, extendió su mano entregándole su número telefónico en un trozo de papel con la oferta de revancha en un futuro no muy lejano.

Amalia Fernández Vs. Antonio Caballero
1d4 d5 2Cf3 e6 3e3 Cf6 4Ad3 Ae7 5Cbd2 a6 6 0-0 b5 7 De2 Ab7 8 Ce5 Cbd7 9 f4 c5 10 c3 Tc8 11 Rh1 0-0 12 Cdf3 Ce4 13Ad2 Cdf6 14 Ae1 cxd4 15 exd4 b4 16 cxb4 Db6 17 a3 h6 18 Ah4 Tfe8 19Cd2 Dxd4 20Cxe4 Cxe4 21 Axe7 Txe7 22 Cf3 Db6 23 Tad1 Td8 24 Ce5 Cf6 25 Td2 d4 26 Tfd1 Tc7 27 Cg4 Cd5 28 De4 f5 29 De2 fxg4 30 Dxg4 Ce3 31 Dg6 Axg2+ 32 Rg1 Ae4 33 Axe4 Cf5?

Leer también: Heroínas y gambitos

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