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martes, diciembre 9, 2025
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El amor tormentoso de Linda y Daniel Santos

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L a protagonista de la canción escrita por Pedro Flores e interpretada por Daniel Santos, al parecer fue una bailarina dominicana de la cual se enamoró don Pedro; otros señalan que fue una de esas relaciones tormentosas que Daniel Santos sostuvo con una bailarina colombiana.

Ella quedó en el limbo. Una mujer etérea de esas cuyo recuerdo provoca dolor inmenso. Y recuerdo al fondo de la última rocola frente a la barra a Linda que no dejó tiempo a una breve esquela ni siquiera. Y se llevó con ella la temperatura justa de lo amargo, se llevó la risa convertida en afinación irónica, incluso mudó su residencia al despecho, al desgarro, al desierto puesto en una sola voz.

También se llevó su hembrura y mucho grito. Para que todos entiendan Linda es una experiencia individualísima que se digiere con la permisiva rebeldía que agita cada quien cuando esa bailarina se convierte en atmosfera. Y yo tengo a Linda puesta en la memoria con un buen trago que sirve para cubrirse de la lluvia, del frío y de la muerte, quizás.

Con el tiempo fue constante la pregunta: ¿Y volvió Linda? Daniel Santos se encargó de martirizar a sus seguidores con esa canción. Lo cierto es que cuando en los años 60 ese número se coló con los primeros lugares de sintonía en las emisoras de todos los países, “El inquieto Anacobero” revivió los buenos tiempos con La Sonora Matancera, y una vez más fue el artista solicitado de todas las tabernas del Caribe. Daniel demostraba por qué le decían “El Jefe”.

Algunas crónicas ubican a Linda en Santo Domingo. Se afirma que fue una bailarina de la que don Pedro Flores (el de las flores, como le solía decir nuestro querido poeta Jesús Rosas Marcano, ido anti físicamente en ristre hiedra verde celeste del más allá) se enamoró. Su sola presencia lo inspiró y fue Daniel quien se empeñó en llevar el tema al acetato.

Con el tiempo, Linda se convirtió en mito, fue, desde el momento en que su nombre se regó por todos los botiquines del mundo, la gran incógnita, la pregunta constante. Una crónica macerada con inteligencia por “El Jefe”… “Óyeme Daniel ¿y Linda?… Linda se fue. No me ha escrito. Si yo no sé nada de ella… y sabrá Dios”.

Los acordes hirientes de las guitarras marcan, más que el inicio de la pieza, la historia de un amor desesperado. Esta composición es reveladora, ya que nos plantea toda una resonancia amatoria, jubilosa, venusina y dionisíaca, llena de auténtica vida que se manifiesta bajo la esfera del tiempo como si fuera un presente eterno, nada ficticio y no traslada a la barra fiel de algún bar donde la aventura amorosa, nostálgica y casual nos vincula con el área mágica en la espumante levadura y en la embriaguez de un sueño, e invocamos el deseado paraíso en esas esmeraldas diluidas frente a la última rocola, que nos hace olvidar la escabrosa existencia y el despecho.

Daniel Santos, José Alfredo Jiménez y Julio Jaramillo crearon una poética del despecho, y ensamblaron una estética de la bohemia que cumple su cometido más allá de ese trillado eufemismo que trata a la mujer con un lenguaje meramente decorativo, y en la que el mundo de los bares, prostíbulos, pensiones, o casa de citas fueron los ámbitos predilectos de ese andar y desandar por las malas calles. Cargado con el humo de los cigarrillos, tragos fondo blancos y mujeres anónimas sobre la que, como cantara Yordano, los parroquianos echan su aliento pagan y se van.

Daniel se presentaba en un teatro latino en Broadway y Linda fue a verlo “después me llevó a una barra de esas a las que había que tenerle miedo. Nos pusimos a beber y luego yo me quería ir, pero él se quiso quedar y yo le dije espérame que voy a la tienda, vengo ahora y todavía me está esperando”.

La espera del “Inquieto Anacobero” por Linda terminó con su muerte. Cuando le dieron la noticia a Linda ella solo exclamó: “Pues que se joda”. Pero empezó a sentirse enferma y la llevaron al hospital donde despertó una semana más tarde. “Pero no sé si lo quise. Si… yo creo que lo quise. Yo creo que él fue el hombre de mi vida… yo solo sé que fui su mujer”. De Linda más nada se supo… y sabrá Dios, y sabrá Dios.

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