
La noche del 27 de agosto de 1965, mientras The Beatles realizaban una gira por EE UU, de manera secreta visitaron a uno de sus grandes ídolos: Elvis Presley, el “Rey del Rock and Roll”. Esta reunión se pactó bajo estrictas normas de confidencialidad, de allí que no se permitió la presencia de periodistas, la toma de fotografías ni grabaciones.
Las descripciones y eventos que a continuación se detallan constituyen un resumen de las declaraciones y opiniones emitidas posteriormente por los propios protagonistas de este singular evento. Los miembros de la banda The Beatles (John, Paul, George y Ringo), algunos integrantes del escuadrón de seguridad de Elvis (Joe Esposito, de la llamada Memphis Maphia), la entonces novia de Elvis (Priscilla Beaulieu) y algunos acompañantes del cuarteto británico.
Según lo acordado, esta cita tuvo lugar en la mansión de Elvis, un edificio de 4 pisos ubicado en Bel-Air, un lujoso urbanismo situado al Oeste de Los Ángeles, California. La banda británica llegó a la propiedad poco antes de las 10:00 pm en un convoy de tres grandes limusinas negras, lideradas por el coronel Parker, mánager y mentor de Elvis.
Emocionados y algo nerviosos, los británicos fueron recibidos por Elvis, quien de inmediato los llevó a una enorme sala circular con luz roja y azul y una tupida alfombra blanca. El anfitrión se veía bastante tranquilo, sonreía mucho y les daba la mano a todos.
Brian Epstain, mánager de The Beatles, y el señor Parker se hicieron a un lado para contemplar la reunión. Al principio la atmósfera lucía muy cargada y de poca conversación. Llegó un momento en el que el propio Presley les dijo: “Bueno muchachos, si van a quedarse aquí mirándome toda la noche, me voy a la cama”.
Hubo un silencio extraño, y con la intención de romper el hielo, Lennon dejó soltar algunas preguntas a Elvis: ¿Por qué haces en estos tiempos esas películas de baladas suaves?, ¿qué pasó con aquel buen rock and roll de los viejos tiempos?”. Mientras Elvis daba sus respuestas, poco a poco, los afamados artistas fueron entrando en confianza y espontáneamente comenzaron a intercambiar vivencias sobre sus giras. Aun así, Elvis no mostraba mucha soltura en su conversación.
Agotada esa fase de charla trivial, sobrevino otro silencio embarazoso. Justo en ese instante, Elvis pidió algunas guitarras para John, Paul y George, y apareció un piano como por arte de magia. El ambiente aburrido entonces dio paso a un encuentro mucho más cálido y animado. La música les transmitía un medio de comunicación más inteligente y efectivo.
Pronto todos se compenetraron en una pequeña sesión musical. Según palabras de Tony Barrow (jefe de publicidad de los Fab Four), una de las canciones interpretadas fue “I Feel Fine”.
De acuerdo con su testimonio, Ringo, quien no tenía instrumento, marcaba el ritmo con los dedos sobre un mueble de madera. Se dice que McCartney, bromeando, llegó a decirle a Elvis: “No te preocupes, entre Brian Epstain y nosotros te convertiremos en estrella”.
Por su parte, Epstain y Parker se fueron a un lugar tranquilo de la casa. En amena plática, Epstain trató de convencer a Parker para que le diera la oportunidad de llevar al “Rey del Rock and Roll” a dar una serie de conciertos en Reino Unido. Dicha propuesta no prosperó. Sin dar un no rotundo, Parker solo se limitó a decir que “lo pensaría”.
La velada concluyó cuando el coronel Parker lo dispuso. Comenzó a repartir regalos a los invitados, los cuales consistían en álbumes de Elvis Presley. Cuando el cuarteto estaba a punto de despedirse, McCartney dijo: “Elvis, nos gustaría que tú y los demás vinieran a nuestro alojamiento mañana por la noche”. Presley respondió: “No sé si podré ir. Pero gracias de todos modos”. Lamentablemente, nunca volvieron a reunirse después de aquel histórico encuentro.
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