
Después del plebiscito de 1988, que rechazó la continuidad de Augusto Pinochet en el poder, Chile inició un proceso de transición hacia la democracia que culminó en 1990. Sin embargo, Pinochet no se apartó completamente del poder, sino que mantuvo un rol político y militar significativo.
El plebiscito de 1988 marcó un punto de inflexión. La campaña del «No» unificó a la oposición y obtuvo una victoria decisiva. Esto obligó a Pinochet a convocar elecciones presidenciales y parlamentarias. En 1989, Patricio Aylwin, líder de la Concertación de Partidos por la Democracia, ganó la presidencia.
Los militares mantuvieron una gran influencia a través de la Constitución de 1980, que Pinochet había promovido. Pinochet se mantuvo como comandante en jefe del Ejército hasta 1998, lo que le otorgó un papel de gran poder e influencia sobre el gobierno. Esto generó tensiones y limitó el margen de acción de los gobiernos democráticos en temas como la justicia por crímenes de lesa humanidad.
La transición se caracterizó por una «democracia protegida», donde las fuerzas armadas y Pinochet mantenían una fuerte posición. La justicia para las víctimas de la dictadura fue lenta. Aunque se creó la Comisión Rettig para investigar violaciones a los derechos humanos, Pinochet y muchos militares gozaron de impunidad durante años gracias a la ley de amnistía de 1978.
Con el tiempo, se iniciaron juicios contra Pinochet, que culminaron con su detención en Londres en 1998. Aunque no fue juzgado por su estado de salud, su detención abrió la puerta a más juicios en Chile contra él y otros miembros de su régimen.
La transición chilena fue un proceso complejo y gradual. Si bien restauró la democracia, el legado de la dictadura de Pinochet, incluyendo su rol de «tutor» de la democracia y la impunidad de muchos crímenes, marcó la política chilena por décadas. La figura de Pinochet, con su poder residual, limitó la capacidad de los primeros gobiernos democráticos para abordar plenamente los crímenes del pasado y reformar las instituciones heredadas del régimen militar.
Los últimos años de Augusto Pinochet, después de dejar el poder en 1990, estuvieron marcados por su inmunidad política, numerosos procesos judiciales por violaciones a los derechos humanos y corrupción, un arresto internacional y, finalmente, su muerte sin haber sido condenado por ninguno de los crímenes que se le imputaban.
De comandante en jefe a senador vitalicio
Tras el fin de su dictadura, Pinochet continuó siendo comandante en jefe del Ejército hasta 1998, lo que le otorgó una considerable influencia en la política chilena. Al retirarse de ese cargo, asumió el puesto de senador vitalicio, una posición creada en la Constitución que él mismo había promulgado en 1980. Esta condición le daba inmunidad judicial.
El 16 de octubre de 1998, mientras estaba en Londres para una operación médica, Pinochet fue arrestado por orden del juez español Baltasar Garzón, quien lo acusó de crímenes de genocidio, terrorismo y tortura, basándose en la jurisdicción universal para juzgar crímenes contra la humanidad. Este arresto causó un revuelo internacional.
El proceso legal en el Reino Unido se extendió por más de un año, durante el cual Pinochet permaneció bajo arresto domiciliario. Finalmente, el ministro del Interior británico Jack Straw lo liberó en marzo de 2000 por motivos de salud, argumentando que no estaba en condiciones de enfrentar un juicio.
Al volver a Chile, Pinochet perdió su inmunidad como senador vitalicio en varias ocasiones, lo que permitió que se abrieran procesos en su contra por una gran cantidad de casos, incluyendo: -Caso Caravana de la Muerte: una comitiva militar que recorrió Chile en 1973 ejecutando prisioneros políticos. -Operación Colombo: un montaje de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) para encubrir la desaparición de más de 100 opositores y-Caso Riggs: una investigación por corrupción que descubrió cuentas bancarias secretas en el extranjero con millones de dólares.
A pesar de los múltiples cargos, su defensa y su deteriorada salud le permitieron evadir los juicios. Los tribunales chilenos solían sobreseer los casos o declararlo con «demencia senil» para evitar que fuera juzgado.
Augusto Pinochet falleció el 10 de diciembre de 2006 a los 91 años, a causa de un paro cardíaco. Su muerte puso fin a los cerca de 300 cargos criminales que aún estaban pendientes en su contra. El gobierno de la presidenta Michelle Bachelet le negó un funeral de Estado y solo se le rindieron honores militares como excomandante en jefe del Ejército. Hasta otro «Con Hidalguía».
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